miércoles, 4 de marzo de 2015

UN ENCUENTRO, UNA NOCHE, UNA VIDA


Su cara reflejaba la seriedad personificada, cargada de un halo de amargura, sin sentimientos, tal vez y sin duda alguna, por que la vida no lo había tratado con el cariño que él hubo esperado o le hubieran prometido en su ya lejana juventud. Inundado de arrugas, arrugas profundas, a modo de pentagramas que reflejaban historias vividas amargamente.
Vestía pantalón gris y camisa blanca, abrigo de tres cuartos, de igual color y zapatos negros, relucientes, impecables, con dobles o, mejor dicho, triples medias suelas. Entró por la puerta giratoria del Gran Café, y como era su costumbre se sentó en la última mesa mirando hacia la puerta principal, cercana a la entrada de la cocina, desde allí podía observar sin ser observado.

Manolín nada más verlo, le sonrió mientras se dirigía a la cafetera de plata que presidía el local, con un rápido y diestro giro de muñecas asió el mango negro de baquelita y extrajo el cubículo, vació el contenido del pretérito encargo en el cajón y con dos golpes debajo de la tolva del molinillo de café y ejerciendo una presión para compactarlo, lo volvió a introducir en la cafetera, bajó la palanca con ayuda de las dos manos e instantes después el negro liquido se iba depositando en una taza de loza blanca con igual velocidad con la que volvía la palanca a su estado originario. Manolín, el camarero y no el único del local, posó la taza humeante en un plato junto a una cucharilla y un paquete de terrones de azúcar en la bandeja y al lado el periódico “El Nuevo Día”, prensa local cuasi independiente, como sí en este país y en los años pasados e incluso en los presentes hubiera algo por lo menos cuasi independiente. En tres pasos, Manolín le sirvió el habitual pedido.

-         Buenos días, don Fernando.
-    Manolín, ... –titubeó, con una voz grave-. .....¿Cuántos años me vienes sirviendo lo mismo, mañana tras mañana, sin que me dieras opción a pedir otra cosa?, –le espetó al fin sin corresponder al saludo inicial-.
-         Desde ...... –vaciló por la sorpresiva pregunta del huraño cliente-, el día 18 de julio de 1940, cuando entré a trabajar en este establecimiento, de eso ya han pasado más de 40 años –envalentonado prosiguió con la perorata-. ¿Recuerda a Rodolfo?, cuando usted esa mañana entró me dijo con la solemnidad que le caracterizaba y mientras se mesaba su mostacho al nuevo aprendiz que era yo: –Guaje, en cuanto veas asomar a don Fernando de la Mesta y García Muñiz, erudito donde los halla, maestro de ineptos que han subido con la espuma de la leche y que no se han acordado de él, prepárale un café, un café sólo, pero café del bueno, sin aditivos, ya me entiendes, y la prensa del día, esa que todavía no ha sido leída por nadie, y, nunca, te repito, nunca, se te ocurra molestarle ni importunarle; y así desde ese día vengo sirviéndole lo que nunca me pidió, ni me ha pedido.
-         Lo recuerdo perfectamente. ¿Y qué fue de Rodolfo?
-     Se jubiló, hace unos cinco años. ¿Lo recuerda? No, como lo va a recordar, si nos enteramos que se jubilaba al día siguiente al notar su ausencia. Hoy por hoy vive en Pola de Siero, con su esposa, en una casa que heredó de un tío, hermano de su padre, porque, sabe, él era “Polesu” y además que presumía de ello.
-    Por cierto, ¿sabe que es la primera vez que hablamos?. En todos estos años, he querido hablar con alguien, pero no me atrevía; yo le observaba detenidamente cada mañana, alegrando las caras de la gente que entraban aquí; muchas de ellas recién levantadas, con rictus de funeral y ahí estaba usted diciendo las cosas con el desparpajo que le caracteriza, alegrando al prójimo próximo y al remoto como yo, aunque fuera por un ratín y suficiente para que alguien ignorado por muchos se sienta importante como actor principal de la película cuya trama se desarrolla entre estas paredes cargadas de miles historias.
-        Es mi obligación, don Fernando, hemos vivido tiempos malos muy malos, y supongo que usted lo sabrá mejor que yo, de escasez, de amargura, de envidias, de infelicidades, de miedos, yo el primero, que tuve que ponerme …, pero no quiero aburrirle con mi vida, ésa es mía y ustedes cuando vienen a este “santa santorum” nunca es para que un humilde servidor les cuente sus penas y pesares; al contrario, estoy para escuchar y nunca para hablar más de la cuenta.
-         Déjese de retóricas y de melindres, le quiero escuchar.
-       Pero tengo que trabajar y no puedo desatender la barra y a otros clientes que como usted vienen a ...
-         Javier –levantó la voz en dirección a la barra-, que nos traigan dos cafés, y dispense a Manolín de seguir trabajando hoy.
-      ¡Don Fernando!, –dijo Javier Estébanez Murrio, dueño del establecimiento, bueno uno de los dueños, no, mejor dicho el sobrino de una de las dueñas, tal vez en unos años lo sea, pero cada día lo tenía más difícil con los tiempos actuales, habían constituido una sociedad anónima para eludir el pago de elevados impuestos y responsabilidades- hay mucha clientela a estas horas y Manolín es un pilar de esta santa institución como es El Gran Café, ....
-  Déjese de circunloquios y gilipolleces, lo que resta de la jornada lo satisfaré personalmente.
-      Toma asiento Manolín, y permíteme que te tutee, hoy te tomas fiesta, y cuenta, cuenta que te quiero escuchar.
-         Pero, don Fernando, si mi vida es normal, sin mayores aspavientos.
-         ¿Te digo lo que le he comentado a tu avaro jefe, .........?.
-      No, no, no diga nada y nunca piense así de él, ha sido muy bueno, por lo menos conmigo y en los momentos malos y difíciles, donde la amistad se demuestra con hechos y no con dichos.
-         Retiro el calificativo, pero prosigue.
-        Como le decía, me tuve que poner a trabajar para que no entraran mis hermanos en un orfanato al fallecer mis padres, he tenido que sacar adelante a mis dos hermanas y un hermano, todos ellos menores que yo, ahora ellas están casadas y bien colocadas, jajaja, si se me permite utilizar esta expresión, viven en Madrid y Barcelona y mi hermano estudió medicina y trabaja en la actualidad en un Hospital en Houston, Estados Unidos, y yo aquí de donde soy, soltero, porque no me pude casar por dárselo todo a mis hermanos, pero no me quejo, en absoluto, es lo que hubieran deseado mis padres y yo cuando hablo con ellos soy feliz por que ellos sé que lo son.
-         ¿Cómo murieron tus padres?
-      La guerra, la maldita guerra, al final nos separó, no quiero pensar si fueron unos u otros, lo que sé es que fue la guerra quien nos desunió una noche para siempre. Primero fue mi padre al que le dieron el paseo unas semanas antes de terminar la guerra y después, y un poco antes de que entrara aquí a trabajar, mi madre, de inmensa pena y tristeza.
-         ¿Qué años tienes?
-         Cincuenta y muchos.
-         ¿Y sin juventud?.
-     ¿Cómo que sin juventud?, toda, toda la que se puede imaginar don Fernando, distinta eso sí a la de otros, pero sí tuve mi juventud, disfruté cuando podía, desde el Carmín hasta principios de octubre, salía de aquí y me iba de bolos por las romerías de las aldeas, de barraca en barraca, de baile en baile, pero sin bailar, ¡eh!, trabajando y viendo a la gente, cómo por unas horas aparcaban sus preocupaciones diarias y se esparcían. Ve como tuve juventud.
-      Me sorprende tu visión. Y mujeres, ¿las ha habido en tu vida?, ¿te enamoraste en alguna ocasión?.

Aquí el silencio se prolongó apoderándose de la conversación, como cuando una barrena toca en roca dura en la oscuridad de un pozo minero, sus ojos, alegres siempre, se tornaron tristes y perdidos en un infinito lejano y a la vez cercano sin duda por la evocación diaria, un conato de lágrimas asomó en sus ojos.

-     Sí..., sí..., sí me enamoré, y aún hoy, después de tantos años, lo sigo estando –mientras dejaba aflorar sus sentimientos, muy profundamente guardados en su interior, sacó del bolsillo posterior de su pantalón una cartera negra y raída por el uso y el paso del tiempo, sus manos temblaron mientras de uno de sus compartimentos extrajo un sobre, otrora de inmaculado color blanco y ahora amarillento, fue con un cuidado exquisito extendiéndolo encima del mármol blanco de la mesa, una vez casi planchado se lo extendió, autorizando su lectura-, no sé, no sé por qué le cuento todo esto ...; tal vez por que nadie lo ha sabido nunca, porque como le decía, ya no tengo a quién contar mis cosas y menos aún a quién le puede interesar; mis hermanas bastante tienen con sus familias, y mi hermano, hace ya casi un año que hablé con él por teléfono, ya sabe, las conferencias son carísimas, y las epístolas que de vez en cuando le escribo, no obtienen respuesta, sin duda por el cúmulo de trabajo que debe de tener.
Pero…, sí me enamoré y no he vuelto a estar con otra mujer, porque ella lo fue todo y eso que sólo duro lo que dura un suspiro, pero qué mejor suspiro que una efímera noche, y de eso ya hace más de veinte largos años.

Habían pasado las navidades y tuve que hacer un viaje urgente a Madrid, para preparar todo lo relativo a los estudios de mi hermano, unas becas de extraordinaria importancia para su último periodo formativo. Para perder el menor tiempo de trabajo y del permiso que don Javier me concedió, decidí viajar en tren el expreso de noche el “Costa Verde” creo que se llamaba. Don Javier me abonó el coste del billete en segunda, que yo cambié, y no es que fuera pretencioso, por uno de primera, era un viaje largo y con el traje de los domingos, no podía llegar con cara de cansancio y con la ropa para llevar a la tintorería. La misma noche después de Reyes, emprendí el viaje, las autoridades de los ferrocarriles dudaban de que el tren pudiera llegar a destino, debido a los malos presagios climatológicos que se avecinaban en el Puerto de Pajares, aun así se tomó la decisión de que el tren saliera, no sin antes avisar al pasaje. Muchos de ellos prefirieron quedarse, pero yo no podía, la entrevista era única y al día siguiente. Subí al vagón que estaba en la cola del convoy, como era habitual, busqué el compartimiento y descorrí la puerta de entrada, me quite el abrigo remendado, mejor dicho parcheado en su forro y lo deje en la bandeja situada encima de mi plaza, que como había solicitado al expedidor era la del sentido de la marcha y pegada a la ventana. Antes de que el maquinista fuera introduciendo en la caldera más carbón y leña para alcanzar la presión deseada, entro ella…

Vestía una abrigo de corte inglés, como se decía y había oído en más de una ocasión en los corrillos de las señoras en el Café, sombrero de piel, que le cubría toda su melena, a la que algún que otro mechón se resistía a esconderse. Se despojó del abrigo y acto seguido del sombrero mostrando una melena rubia, brillante como el sol que junto a sus ojos azules profundos me impactaron hasta tal punto, y de esto estoy seguro, de que mi corazón dejó de latir, su armónica voz me hizo reaccionar del letargo.
-         Buenas tardes, tenga usted caballero.
Yo como los niños, no supe articular palabra, ella insistió, ante mi atónita supuesta cara de alelado.
-         Señor, que buenas tardes tenga usted.
-         Y usted –que fue lo único que salió de mi boca-.
-         Nada, que menudo viaje se me avecina con este elegante señor de parcas palabras.
-         Perdóneme, pero, y le seré sincero aun con el riesgo de que coja sus pertenencias y me deje como estaba, pero su imagen, su porte y su belleza me han obnubilado, impresionado, que me ha costado entender que no estaba ante un sueño sino ante una realidad.
-         Jajajaja, no me sonroje caballero, y no padezca que no liare el petate, el vagón va vacío, y me parece que somos sus únicos ocupantes, y en contra de lo que dice el refrán “más vale bien acompañado que solo”.
-         ¡Unos inconscientes somos, señora!.
-         Señorita, si Dios no lo …
Un silencio de pesar y tristeza empañó el compartimiento que fue quebrado sólo por el rechinar de las férricas ruedas y del seco ruido producido por el brusco tirón de los vagones por parte de la máquina que iniciaba su andadura.
-         Discúlpeme si por un instante he podido serle impertinente.
-         No, usted no tiene la culpa, el responsable es el sino de cada uno, en mi caso soy la doncella que una tribu va a sacrificar para el bienestar de los demás y no en el suyo propio.
-         Perdóneme, pero no la comprendo.
-         No quisiera aburrirle con ...
-         No me aburre en absoluto, al contrario me reconforta que la gente se explaye conmigo, además suele resultar más fácil con gente que no se conoce que con la que se tiene más trato, incluso con la que podemos llamar amigos, porque estos al final, queriendo o sin querer, te traicionan, lo efímero a la postre se queda en el recuerdo de cada uno, porque a nadie se lo podrás contar de alguien que no existe más que en este caso entre dos personas. usted podría hablar con un fantasma toda una noche, pero a nadie se lo diría por que nadie la creería y al final se le burlarían.
-         Qué bien habla, es un erudito.
-         No, señora, no soy nada, sólo un oyente de la gente.
-         ¡Ah! ...
-         El viaje, va a ser largo y si quiere …, soy todo oídos.
-         Si se empeña, que conste que le he prevenido. Pues bien, mi familia, la tribu, me va a sacrificar, como le iba diciendo, en beneficio propio suyo, de ellos; y ahora en estos momentos regreso a la pira, en dos semanas me caso con una persona que no deseo, que apenas conozco, que es veinte años mayor que yo, viudo y me lo imponen, me lo imponen por dinero, para que otros puedan mantener un estatus perdido, vilipendiado por el deseo de ser lo que uno fue y otro perdió por no conservarlo.
Soy única hija, la cuarta generación de lo que un día fue un pequeño imperio que mi bisabuelo creó con el esfuerzo de su trabajo. Como muchos otros tuvo que emigrar para sobrevivir y tras muchos años de durísimo esfuerzo, regresó a su tierra natal como era su deseo, con una importante y considerable fortuna, se casó con la mujer que la estuvo esperando día tras día, desde que se embarcó en el puerto del Musel camino de las américas una fría mañana de un entrado otoño, cuando ella ya estaba casi para vestir santos, una radiante mañana de primavera, apareció en la puerta de su casa y preguntó por su padre, ésta, mi bisabuela, le acompañó a su presencia con alboroto, y sin miramientos ni exposiciones previas le pidió la mano de su hija, mi tatarabuelo lo miró de arriba a bajo, con menosprecio y negó con la cabeza, sin duda al verle la ropa y el aspecto que portaba, pues no había querido ni cambiarse, ni asearse, por ir al encuentro de su gran amor. Mi bisabuelo Aurelio miro a mi bisabuela Jimena y ésta, que lo quiso siempre, se enfrentó a su padre y a éste sólo, sólo se le ocurrió decir que nunca le pidieran, ni comida ni cobijo, porque no estaba dispuesto a mantener a un pelanas y que la repudiaba como hija. En ese momento, el pelanas, mi bisabuelo, abrió el bolso que portaba y se lo entregó a Jimena, en su interior se encontraba parte de lo ahorrado y sin que pudiera decirle nada le espetó, que ni ella ni sus descendientes les faltaría jamás recursos. Desde entonces nada falto a los descendientes de Aurelio y Jimena; pero a mi padre lo educaron con grandes ínsulas, y creo que se equivocaron, los negocios de mi bisabuelo cayeron con la crisis del 29, aunque no en su totalidad, pero la educación de no pescar sino darle el pescadito, fue lo que me conduce hoy a un matrimonio pactado, de compromiso, solo para que la cuarta generación la que pierde el apellido no sea la deshonra y la mofa de mi tatarabuelo. Y he subido a mi Asturias del alma para intentar hablar con mis antepasados y no he encontrado la respuesta que quería oír. Si no me caso, mis padres pasarán una vejez desdichada, de auténtico desamor y, ellos, aun a pesar de su egoísmo personal, creo que lo que hacen pensando en mí, yo he sido educada para una sociedad que ya no existe, y sólo para los que fueron y no serán.
-         Difícil tesitura, entre el bienestar propio y el ajeno de sus padres. Sabe, cuando eres un niño vives de los cuentos que una madre con cariño y amor nos relata, princesas hermosas, príncipes azules, hadas madrinas que nos conceden los sueños y deseos que no podemos aspirar, pero cuando creces resulta que todo era mentira, que la vida es más dura de lo que nos han contado, en muchas ocasiones te da tiempo a cambiar pero, en las otras, ya es demasiado tarde y vives en un mundo de ensueño y es complejo cambiar, y perdóneme que le diga, no es de las segundas, lo que pasa es que lucha por ser egoísta. De lo que me ha relatado tendría que analizar fríamente las vivencias de Aurelio su bisabuelo y su enfrentamiento con su suegro. Una pregunta, ¿sabe Vd. si su bisabuelo ayudó al padre de su esposa?, no me conteste, le puedo decir que sí, que le ayudó, tal vez no con la cara por delante, el orgullo es una enfermedad que no conduce a nada, pero hasta sus últimos días Aurelio le ayudó, porque era el padre de su amada. Y sus bisabuelos se casaron por amor, por el amor que se tuvieron en los momentos de separación y los del resto de sus vidas.
Ella se quedó embelesada viéndome, es de esas veces que hablas con una persona que te da la sensación de que conoces de toda la vida, tal vez entre las cuatro paredes de la heredad no oyese y ahora en su último viaje estuviese oyendo lo que quería.
-         Sabe, me gustaría ser niña, y poder creer en hadas, en lámparas mágicas, por que ahora mismo pediría los tres deseos del cuento…
El tren frenó a la llegada de las estribaciones del Puerto de Pajares, el revisor salió de su cabina en la cola del vagón y tras recabar información del guardagujas, y entró en nuestro compartimiento,
-         Buenas tardes, señores, solamente informarles, que se ha instalado una máquina especial para retirar la nieve de las vías, no sé si este viaje terminará en su destino pero haremos lo que podamos.
-         ¿No sabrá como está la vía ya en León?, le pregunté con cierta preocupación.
-         Un mercancías que ha pasado hace una hora más o menos ha comentado que las vías estaban con una cuarta de nieve, ahora la nevada arrecia, así que no puedo decirle más, en todo caso si viéramos que pueden correr peligro detendríamos de inmediato el tren en algún pueblo para pernoctar.
-         Le rogaría, nos mantuviera informados puntualmente, es necesario que llegue mañana antes del mediodía a Madrid.
-         No lo dude, cualquier noticia que tenga gustosamente se la comentaré. Les traigo unas mantas para que se abriguen no vaya a ser que la calefacción termine por estropearse.
-         Muchas gracias.
Apenas hubo salido, el tren volvió a ponerse en movimiento, en un movimiento cansino, sin duda por las dificultades que imperaban en el exterior. Nos cubrimos con las mantas, porque si no se había estropeado sin duda el tiempo que estuvo abierta la puerta refresco en exceso el habitáculo.
-         ¿Tan importante es que llegue a Madrid al mediodía?
-         Si, me va en ello no mi destino pero sí el de mi hermano.
-         Los dos con destinos prefijados. Llevamos ya un buen rato y no nos hemos presentado, me llamo Rosario Ercilla Simancas, ¿y usted?
-         Yo, Manuel García Huerces, ........
Ambos nos estrechamos la mano. ¡Qué suavidad!, ¡qué finura!, y eso que fue un segundo o incluso menos, toda vez que mis manos no son las de un caballero, sino las de un camarero que aunque las debe de tenerlas limpias y aseadas, no es menos cierto que tienen muchos callos de tantas cajas que he movido. Yo creo que se dio cuenta, pero supo disimular, no puso mala cara, simplemente sonrió.
-         No sé qué hacer, tal vez este viaje me dé la respuesta y sea el detonante de la decisión a adoptar.
-         Seguro, la respuesta la tiene casi tomada, y sea cual sea, seguro, seguro, que será la más correcta.
-         Antes..., le parece bien que nos tuteemos una vez que ya nos hemos presentado.
-         Sí, se lo agradezco, perdón te lo agradezco, por cierto, no se ría pero me llaman Manolín
-         Y yo Charo, y eso que no fue el nombre que mi bisabuelo quiso que me pusieran en la pila bautismal, él siempre deseo y así lo dejó escrito, que la primera mujer que naciera de su estirpe llevara el nombre de Guadalupe, por el cariño y devoción que sentía a la Virgen, y así lo dejo escrito como lo he dicho, “si en alguna ocasión y de entre mis descendientes naciera una niña, por favor, pónganle el nombre de Guadalupe”, pero mis padres contravinieron sus deseos, yo creo que por eso no he encontrado respuestas a mis preguntas.
-         Sabes, Charo, cada vez me doy más cuenta que los lazos entre tú y tu bisabuelo, son más estrechos de lo que puedes imaginarte o creer, tal vez tengas que tomar una decisión caiga quien caiga y tus respuesta te la halla dicho o te la diga en breve.
-         Antes te quería decir, que me gustaría ser una niña y pedir los tres deseos que en los cuentos se conceden…
-         ¿Y cuáles serían?
El tren, nuevamente se detuvo, miré por la ventanilla y consulté el reloj, por la inclinación de los vagones y la hora intuí que habíamos coronado Pajares hacía un buen rato.
-         Señores, dijo el revisor envuelto en una manta medio tiritando, nos encontramos en Pola de Gordón, y por desgracia la máquina que nos precedía se ha estropeado y no sabemos cuánto tardarán en mandarnos una desde León, debido a la gran nevada caída en las últimas horas. He dispuesto que sean hospedados en un edificio anejo a la estación.
-         Perdón y no hay forma de saber cuándo podremos partir de nuevo, como ya le indiqué tengo que estar sin falta en Madrid al medi...
-         Sí, lo sé, señor, pero no puedo darle una contestación, en todo caso en cuanto reciba noticias se las trasmitiré lo mas rápidamente posible.
-         Gracias sinceras, pero si supiese de alguien que parta hacia León avíseme con premura.
-         Lo haré, señor, y no padezca, seguro que llegará con tiempo. Ahora, si tienen la bondad, abríguense que entre el frío y la ventisca estamos bajo cero y acompáñenme.
El frío se calaba hasta el tuétano, yo cerraba el grupo, el vistoso abrigo de Charo se estaba cubriendo de copos blancos. Cuando llegamos a la casa que nos habían preparado, estaba cubierto de un aterciopelado manto blanco.
El edificio constaba de una sola planta, y se encontraba anexa a la estación, el revisor abrió la puerta y nos franqueó el paso. Una vez en su interior, nos informó que era el único sitio adecuado para un matrimonio como nosotros –Charo y yo al oír esas palabras nos miramos con cierto rubor-, que viajaban en primera. Sin poder articular palabra por nuestra parte por el intenso frío, nos comunicó que sólo disponía de un dormitorio al que habían llevado de la cantina una bandeja con comida, y el excusado, y antes de que nos diéramos cuenta o aclaráramos el entuerto, salió por la puerta en auxilio de otros pasajeros.
En eso, sin saber muy bien qué hacer ni qué decir, Charo sin mirarme a la cara, se quitó el guante de su mano derecha y fue a buscar mi mano izquierda, desnuda y fría, cuando sentí su calidez mis piernas experimentaron un tembleque.
-         El primer deseo que pediría a mi hada madrina sería poderte besar, dijo en voz alta mientras se giraba su rostro hacia el mío, desde que te mire y oí tu voz he sentido una paz interior como si nos conociéramos de toda la vida.
Sin que pudiera abrir la boca, noté sus labios junto a los míos, el frío había desaparecido, a continuación su boca se abrió lenta y pausadamente y el néctar se su saliva se entremezcló entre las gotas de la nieve que se derretía de mi cara.
-         Mi segundo deseo es, que quiero que me ames, que seas mi primer hombre –me susurró a mi oído, mientras tiraba de mí hacia el interior de la alcoba-.
La única habitación se encontraba iluminada por una tenue bombilla colgada en el techo, y las chispeantes llamas de la chimenea, que había sido encendida minutos antes, y que desprendía el calor necesario para mantener caldeada la nimia estancia.
Nos situamos de pie uno frente al otro y al costado de la cama, una cama alta, más bien estrecha de las denominadas de canónigo, buena para una persona y estrecha para una pareja, mullida, sin duda el relleno del colchón era de lana y vareado el pasado año y desde entonces no usada, con una manta de lana gruesa e inmaculadas y olorosas sábanas. Charo empezó a desabrocharme los botones de mi abrigo uno a uno, sin prisas, sabiendo lo que hacia, bueno sus dedos se movían torpemente sin duda por el nerviosismo de la situación. Cuando me quise dar cuenta estábamos dentro de la cama, completamente desnudos, durante todo ese tiempo no intercambiamos palabra alguna.
Yo no sabía qué hacer, nunca había yacido con ninguna mujer, ella se pegó a mi costado, sentí su aliento cálido en mi cuello y sus tersos y firmes pechos en mis costillas, me asió de la mano y me invitó a que la acariciase. Yo no sabia que hacer, la deseaba, la deseaba desde el mismo instante que entró en el compartimiento del vagón, con temblores mis manos, acariciaron su cara, su cuello, sus pechos, notando cómo su cuerpo entero se estremecía. La besé en sus labios, con más pasión que la demostrada minutos antes. Le quise decir algo, pero sus dedos se posaron en mis labios en señal de que guardara silencio, mis besos fueron bajando poco a poco recorriendo todo su cuerpo, creo que no hubo rincón ni centímetro de su bello y virginal cuerpo que no hubieran explorado mis labios.
E, ..., hicimos el amor, hasta que sucumbimos en los brazos de Morfeo, no sé qué hora era, ni dónde nos encontrábamos, sólo sé que creí que estaba en el cielo.
Unos secos golpes en la puerta de la casa, me abstrajeron de mis ensueños, me levanté, me puse la manta que me había dejado el revisor y abrí la puerta.
-         Perdone que le despierte pero como Vd. me indicó que le informara de la posibilidad de llegar a León, pues bien hay un mulero que parte en media hora hacia allí y no le importa trasladarle.
-         Muchas gracias, dígale que sí; me cambio y salgo.
Un vacío se creo en mi entorno, en mi vida, entré en la habitación e introduje dos leños grandes en la chimenea, en instantes su llamas acrecieron lo suficiente para poderme vestir y verla de espaldas semidesnuda, quise quedarme, quise despertarla, pero en ambos casos hubieran sido una decisiones egoístas. Sólo pude lanzar un beso al aire hacia donde ella yacía, mis ojos empezaron a llorar como los de un niño que ha perdido lo que más quería. Di media vuelta, abrí la puerta y allí en la gélida, oscura y nevosa noche me esperaba el revisor y el mulero. Saqué de la cartera un billete de veinte duros, y se lo entregué al buen hombre –todo un capital ya que sólo me quedaban cuarenta duros-, pidiéndole que cuidara de mi..., esposa. Me subí a una mula que me habían preparado dirección a León, no dejé de mirar la luz titilante que de la ventana de la habitación emergía al exterior, hasta que los copos hicieron imposible vislumbrar ese faro de amor.
Llegué a León y a tiempo muy justo a Madrid, y tras la entrevista y el compromiso de obtención de las ayudas demandadas para mi hermano, no tenía más destino que volver.
Algo me decía que ella había llegado a Madrid, pero donde, donde se encontraba, esa fue la última vez que tuve conciencia de estar cerca de ella.
Antes de subir al tren de regreso, me comí un bocadillo y me bebí una caña de cerveza en la cantina de la estación del Norte y mientras oí por la radio una canción, que me impactó sumamente hasta tal punto que me la aprendí de memoria, y que ha sido desde entonces mi lastre, mi pesado y amargo lastre, ...

“Blanca y radiante va la novia
le sigue atrás un novio amante
y que al unir sus corazones
harán morir mis ilusiones.
Ante el altar está llorando
todos dirán que de alegría
dentro su alma está gritando
Ave María.
Mentirá también al decir que si
y al besar la cruz pedirá perdón
y yo sé que olvidar nunca podría
que era yo aquél a quien quería.
Ante el altar está llorando,
todos dirán que de alegría,
dentro su alma esta gritando,
Ave María,
Ave María,
Ave María,
Ave María”.

Todas las penalidades de la ida no lo fueron para el regreso desde el punto de vista climático. Cuando pasé por Pola de Gordón busqué en mis recuerdos la casa, y allí estaba, cerrada la puerta y sus contraventanas, como si en sus cuatro paredes no se hubieran guardado las sensaciones y experiencias vividas y me puse a llorar, a llorar intensamente, porque el tren del amor lo perdí en una estación real.

Sabe, don Fernando, desde aquel feliz viaje no he vuelto a salir de mi Asturias, ni mucho menos a Pola de Gordón que es fronterizo, nunca supe más de ella, y cómo lo iba a saber si ella había tomado una decisión y yo otra. Tampoco quise indagar de su paradero, aunque muchas veces he esperado que apareciese por la puerta giratoria pero fueron falsas y vanas ilusiones. Por mi parte, no podría haberle ofrecido seguridad económica ni para ella ni para los suyos, lo poco que ganaba lo invertía en mis hermanos, aún hoy sigo haciéndolo por ellos, por lo menos para una de mis hermanas que están pasando por un mal momento, es decir que estaba y estoy que no tengo ni para morirme, pero soy feliz y doy las gracias a la vida porque me ha dado mucho, más de lo esperado, y cuando pienso en Charo, porque sabrá Vd. que cada noche al salir del Gran Café y antes de acudir a mi casa, me acerco al muro, junto a la Escalerota y mirando a un horizonte oscuro, pienso que ella está a mi lado, que nos cogemos de las manos, y nos susurramos bajo el rumor de las olas, ora cercanas por la pleamar ora lejanas por la bajamar que nos queremos, son los momentos más felices del día, desde el día que volví para no volver a salir y cada mañana al levantarme pienso en el momento en que de noche, haga frío, calor, llueva o sople el viento volveré a estar con ella. Y se que su bisabuelo desde el otro lado protesta por la, sin duda, irracional decisión de su descendiente.

De toda esta historia sólo conservo el recuerdo y esta carta que le escribí en mi viaje de retorno y que terminé antes de llegar al lugar donde mi amor, nuestro amor se estrechó por intercesión de Cupido a mi retorno un domingo, y como verá corregida y enmendada, en más de una ocasión en una mesa de piedra en la Carbayera de Granda, donde los días de fiesta me voy a pasear porque, sin duda alguna, a ella también le gustaría.

Don Fernando, cuyos ojos ahora acuosos, no dejaron ni por un momento de ver a su interlocutor, se posaron en el principio de la carta,

Mi querida Lupe:

Antes que Charo serás Lupe ...

Sin poder refrenar sus sentimientos, sin querer saber más de lo que había hurgado en la vida de Manolín, se la devolvió.

Manolín, de nuevo con la posesión más valiosa atesorada en toda su vida, la volvió a plegar y guardar en el su cartera.

-         No se entristezca, don Fernando, he sido, soy y seré feliz en mi vida, porque ella esta conmigo desde aquella noche del día después de Reyes.

Don Fernando, se levantó, dejando sentado a Manolín inmerso en sus recuerdos y emociones, y se acercó a la barra para abonar las consumiciones y el tiempo que había quitado a la empresa por la charla con Manolín.

Javier ante el rictus del distinguido cliente y del ejemplar empleado, dispensó a aquél del abono de cualquier cantidad, y dió permiso a éste para que el resto de la jornada pudiera hacer lo que en gana le viniera.

Manolín, volvió al siguiente día y al otro y al otro a su quehacer diario, pero le sorprendió que no viera ni acudiese al Gran Café don Fernando de la Mesta y García Muñiz. En todos los años que lo conocía nunca dejó de tomar su café, ni de leer la prensa del día en su acostumbrada mesa. Como de casi toda la clientela, de muy pocos sabía donde vivían, y don Fernando estaba dentro del grupo de los de ignorado paradero. Por su cabeza pensó en acudir a la Comisaría de Policía para interesarse por su paradero; pero al final se arrepentía de sus elucubraciones ya que, quien era él para entrar en la vida de tan distinguida persona.

Y pasaron los días, las semanas y algún que otro mes, aunque eso sí, sin dejar de pensar en don Fernando entre las ocho y media a nueve de la mañana. Le habían ascendido hacia unas semanas, sin duda por que era el de mayor antigüedad, escalafón inmediatamente inferior al de los jefes, ascenso o descenso, según se viera, tenía que abrir y cerrar, aunque esta segunda obligación no le afectaba tanto, porque, y como cada noche al echar las persianas del Gran Café, se dirigía a sus recuerdos. Esa noche se dirigió entre las apenas iluminadas callejas hasta la Escalerona al encuentro de su amor.

Apoyado en la fría baranda y dándole el gélido viento en su cara, notó en su hombro derecho una ligera presión, se giró bruscamente y con cierto nerviosismo. Ante él se encontró con una figura esbelta, de la que apenas se percibían su rasgos faciales, al encontrarse embutida en una trenca con la caperuza calada hasta las cejas, una bufanda que le cubría el cuello y la boca, y unas finísimas piernas cubiertas por unas medias de lana.

-         Perdone que le incomode en este su momento del día –sonidos guturales apagados por el efecto de la bufanda-.
-         Ummm –se quedó mirando fijamente a su interlocutora, mientras pensaba en la expresión usada de “su momento del día”, ¿cómo sabía que era su momento del día?- ¿qué me dice?.
-         Que perdone que le halla sido inoportuna, pero tengo un sobre que tengo que entregar a don Manuel García Huerces, también conocido como Manolín, me han dicho que le encontraría aquí nada más cerrase el Gran Café, y le he seguido hasta este sitio.
-         Ummm –¿cómo sabría tanto de mí?, ¿quién era? ¿qué querría?, para despejar estas incógnitas tenía que contestar-, sí, soy yo, ¿quién pregunta por mí?.

Nada más lo hubo confirmado me extendió un sobre, sin membrete alguno, solo aparecía mecanografiado su nombre, se giró para apurar al máximo la luz de la farola y lo abrí, de su interior extraje una nota manuscrita en perfecta caligrafía, con el siguiente texto, sic “Le ruego que acuda nada mas leer esta a mi domicilio, en la siguiente dirección..., firmado, Francisco de Asis de Rodó y Vallerín, Notario del Colegio Territorio de Oviedo”. Giró en dirección a la mensajera, pero ésta ya había desaparecido.

Un Notario, ¿de que se tratara?, se pregunto Manolín tras leer en repetidas ocasiones la nota, la única forma de enterarse era la de acudir en estas intempestivas horas a su despacho.

Apenas se encontraba a cien metros de la Notaria, sita en la calle Capua, el portón del portal se hallaba semiabierto, se introdujo y subió los escasos escalones que le separaba de una luz que se asomaba por la rendija de una señorial puerta con una gran placa de bronce con el nombre del fedatario publico.

Picó a la puerta y sin esperar contestación entro, y cerró tras de si, en su frente se encontraba un gran mostrador y a su izquierda un pasillo largo con varias puertas a su derecha, desde el fondo del interminable pasillo, oyo.

-         Don Manuel GARCÍA HUERCES, tenga la amabilidad de recorrer el pasillo.

Efectivamente el pasillo era largo, ancho y de techos altos al final una puerta abierta conducía a una gran habitación con un amplísimo ventanal por el que se veían las luces de las farolas del paseo del muro y la "escalerona".
-         Antes que nada discúlpeme lo inoportuno de la hora y de mis modales, y tome asiento.
Sigo las estrictas instrucciones que mi mandante me ha encomendado, en concreto don Fernando de la Mesta y García Muñiz.
-         ¿Le ha sucedido algo a don Fernando?, –pregunte con cierta preocupación.
-         Soy portador de malas nuevas, don Fernando de la Mesta y García Muñiz, falleció hoy mañana hará  siete días, en la Villa y Corte de Madrid, rodeado de su familia más directa. Y como albacea del mismo y tras la lectura de su testamento, tengo que informarle y dar lectura de unas disposiciones personalísimas.
Manolín no tenia ganas de seguir, una parte de el había muerto, mas de cuarenta años viéndolo, sirviéndolo y un solo día hablando con el, le dejo transpuesto, sin saber aun que hacia entre esas cuatro paredes repletas de libros y legajos.
-         Por voluntad de don Fernando, ha sido nombrado heredero universal de todos sus bienes, consistentes en depósitos bancarios fijos y variables, inmuebles de naturaleza urbana y rustica sitos en esta Villa donde nos encontramos, en la capital del Reino Madrid y en Méjico D.F., y los derechos de autor de todas sus obras publicadas hasta la fecha y de dos que se encuentran pendientes de impresión, así como los ajuares de muebles, obras pictóricas, ..., etc. El caudal relicto asciende a la suma de mas de mil setecientos millones de pesetas, que tras la oportuna liquidación se verá mermada en algo menos de quinientos millones. Respecto de estos tramites no debe preocuparse por que don Fernando dejo todo correctamente atado. Pero para poder seguir adelante y tomar posesión, deberá estar mañana en Madrid en la Notaria de mi compañero, don Eloy de la Cal y Gutiérrez Mentor, a las ocne de la mañana y cuyas señas hallará en el interior de en este sobre, junto con billete de tren clase primera, y que sale en cuarenta y cinco minutos de la estación de Jove y un sobre manuscrito por don Fernando de la Mesta y García Muñiz a su atención. Igualmente en ese rincón dispone de una maleta con ropa para que se cambie si es su deseo antes de emprender el viaje, espero que hallamos acertado en su talla. Le acompañara en el viaje mi ayudante la señorita que le ha entregado el sobre hace un rato por si necesita algún tipo de asesoramiento. ¿Ha comprendido todo lo que le he explicado?
-         Bueno yo, es que, ..., no entiendo, ¿quiere decirme que he heredado de don Fernando de la Mesta y García Muñiz, de un señor al que le he servido un café diariamente durante más de cuarenta años, mas de mil millones de pesetas?.
-         Efectivamente.
-         Le ruego me disculpe pero no estoy acostumbrado a que me tomen el pelo, y más a estas horas, ...
-         Le dice algo el nombre de Rosario Ercilla Simancas.
-         ... Si, –trague con dificultad saliva-
-         Pues coja la maleta entre por la primera puerta de la izquierda y cámbiese, mi ayudante le esta esperando a le entrada para acompañarle, y no deje de leer la carta de don Fernando.
-         Pero es que no puedo, mañana tengo que abrir el Gran Café y no puedo avisar ...
-         Le repito que no se preocupe, todo esta arreglado y hablado con el que se tiene que hablar.

Manolín, perplejo cogió la maleta y entro en la primera habitación, se trataba de un cuatro de aseo inmenso, deposito la maleta encima de un taburete y la abrió, contenía dos trajes perfectamente doblados, unos gris marengo y otro azul oscuros, cuatro camisas blancas y tres corbatas, en tonos grises y azules, un par de zapatos negros y ropa interior y un neceser con lo necesario para el aseo personal.
Se puso el traje gris con una corbata en los mismos tonos se calzo los zapatos y plegó la ropa que portaba la introdujo en una bolsa de plástico que hallo en el interior de la maleta. Salio y la luz del despacho estaba apagada, recorrió de nuevo el pasillo hacia la salida y en una pequeña salita se encontraba esperando la ayudante enfundada en un abrigo y portando otro en la mano que le entrego para que se lo pusiera. Sin mediar palabra salieron a la calle donde un taxi les estaba esperando para llevarlos a la estación, con el tiempo más que justo el revisor tras verles aparecer y comprobar sus billetes les acompaño al ultimo vagón del convoy y como ya le hubiera ocurrido muchos años atrás el vagón estaba completamente vacío, entraron en el compartimiento asignado y tras indicarle el asiento a Manolín, en sentido de la marcha y pegado a la ventanilla, este dobló ahora ya sin miedo a ser escrutado por miradas furtivas sobre remiendos ocultos su abrigo y lo deposito en la bandeja superior, la ayudante del notario, sin duda por frío prefirió seguir embutida en su abrigo. Al momento noto que el tren empezaba a desplazarse suavemente dejando atrás la iluminación intensa de la ciudad, no cruzaron palabra alguna, de hecho ella de un porta documentos extrajo una carpeta repleta de papeles y comenzó a escrutarlos. Manolín miraba por la ventanilla y comenzó a evocar su primer y ultimo viaje, con tal intensidad que comenzó a llorar, metió su mano en un bolsillo para extraer un pañuelo y fue cuando reparo en el sobre que le había entregado el Notario albacea minutos antes de subir al tren.
Se enjugo las lagrimas y son suma delicadeza fue abriendo el sobre, de su interior extrajo una hoja manuscrita con una perfecta y mimada caligrafía.

Mi querido amigo Manolín:
Permíteme esta licencia en el inicio de esta epístola, pero como iras descubriendo nuestros caminos durante cuarenta años han parecido paralelos, pero no es así cada vez se acercaban mas y mas hasta que se han cruzado y se han cruzado en un punto del pasado que se ha transportado a otro punto del futuro. Y ello ha sido así desde que hablamos esa mañana de hace unos meses.
Me imagino que te habrás preguntado como después de tanto tiempo de conocernos y no cruzar más de dos palabras, esa mañana se rompieran las normas de juego, pues la solución es lo que estas leyendo mi ultima voluntad, si, esa misma mañana me condenaron a muerte, el galeno fue claro tres o a lo sumo cinco meses nada más.
Aunque parezca mentira, la vida tiene un comportamiento cíclico, apenas perceptible para uno mismo y no para otro que por mor de la casualidad puede tener mucho sentido.
La historia que me contaste ya tenia de ella referencia, pero lo que no sabe nadie es que el denominador común fue el amor eterno de un encuentro de apenas unas horas.
Pero déjame empezar por el principio, mi abuelo Cándido viajo a Méjico, con la idea, como muchos otros de hacer fortuna y volver a su tierra cargado como Cristóbal Colón con plata oro y inmensas riquezas. Pero no le fue bien desde el principio no llegó a aclimatarse, no tanto por el tiempo, ni por la gente ni la comida, solo por no estar en sus verdes tierras. Una mañana cuando estuvo a punto de sacar un cuchillo para robar a uno algo de dinero para costearse el pasaje, conoció a Aurelio –si es el Aurelio de tu historia- que no hacia ni una semana que había arribado desde Asturias, y fue ahí en ese momento, todos tenemos un momento o varios en lo que la vida nos hace un brindis y ese fue el único que tuvo mi abuelo. Según me contaba mi abuelo siendo yo muy pequeño es que esa amistad fue creciendo y hundiendo unas raíces que con el paso del tiempo prendieron con fuerza. El único deseo que albergaban ambos fue la de volver, volver como un triunfador u no como uno de tantos que fracasaba en si intentona. Pasaron penurias, pero cada moneda que ahorraban era una distancia que se acortaba en distancia y en tiempo para volver, el primer capital ahorrado fue destinado a lo que hoy se llama imagen, la máxima de “buenos portes y buenos modales abren puertas principales” y efectivamente que se abrieron, la segunda inversión fue el coste del pasaje para retornar. En apenas tres años habían amasado tal fortuna para ellos que le facultaban para no tener que trabajar nunca más, pero reflexionaron en que tenían que pensar en un futuro, en un futuro en el futuro de los que aun no están pero estarán. Y se concedieron un plazo de tres años, aunque no llegaron a el en menos de dos años habían alcanzado todas sus expectativas, y cada vez se encontraban más cerca de casa. Sopesaron mucho antes de retornar que hacer con lo que habían creado de la nada, al final optaron por mantener el negocio en la distancia, formaron a un paisano, le ofrecieron el setenta por ciento del negocio y el resto en iguales partes se lo adjudicaron los fundadores, los cuales percibirían un mino anual mientras la sociedad existiera, ingresos que hasta no hace mucho se han percibido puntualmente.
Y así una tarde, tras cinco largos años de duro trabajo y sacrificio, embarcaron en “La esperanza del mar”, durante la travesía no existió pasaje de primera, ni de segunda, ni mucho menos de tercera, y eso que no todos volvían con las manos llenas, eso si, paradojas de la vida, todos regresaban con tristeza, parte de sus vidas se quedaban atrás en una tierra que los había acogido y brindado su cariño.
Y llegaron a su Asturias, Aurelio, me contó mi abuelo no paraba de hablar de su Jimena, y lo primero lo primero que hizo nada más bajarse en el puerto del Musel se encaminó a casa de su amada. Al poco tiempo y tras las amonestaciones, y sin la aprobación y consentimiento del padre de su amada, contrajeron matrimonio. Mi abuelo, fue invitado a la boda, menuda boda, no falto de nada, evidentemente se quería que perdurara en el recuerdo tal festín, y conoció a una mujer, prima de Aurelio, y con el tiempo emparentaron y como siempre en esta vida se hizo el abismo entre los dos, cada día se veían menos hasta que primero fueron días, después semanas, mas tarde meses y al final años, y no es que vivieran lejos, ¡que va!, solo que habían alcanzado lo deseado y querían olvidar las penurias pasadas. La relación familiar la mantenía mi abuela y posteriormente mi madre, supimos de cómo les iba a las generaciones pero sin continuidad. Pero recuerdo que hace unos cuantos años una joven bella descendiente del que fue socio de mi abuelo que vino a pasar unos días por estas las tierras de sus antepasados, buscaba respuestas, según una conversación larga y tendida que tuvimos, que no podría obtener, se que tenia que casarse para salvar a otros y no a ella, yo le indique que no era salida, que su vida era suya y de nadie mas. Quise ayudarla pero no económicamente, hubiera podido pero éramos dos extraños que nos unían una personas que se perdieron en el tiempo. Me arrepentí pero creo que hice bien, eso intuí hasta que tiré del hilo tras nuestra conversación y conocí lo que había sucedido que espero conozcas en breve, pero ya no depende de mi, por esto y muchos mas pensamientos entendí que todo lo que he tenido cuya procedencia se remonta hace años y de otras tierras, tenia que ser para alguien que puede unir lo que otros no llegaron a unir. Como te decía al inicio, los caminos parecían paralelos pero no fue así se cruzaron en una dos ocasiones, y a mi abuelo solo se le cruzo una vez, no todos tienen vuestra suerte, ahora depende de ti, se que darás buen uso a lo que te he dado, y por cierto esto te lo adelanto, cuando regreses a nuestra tierra a tu trabajo, las llaves de sus cerraduras serán siempre tuyas, lo compré hace ya unos meses, bueno desde que ascendiste, ahora ya sabes como funciona, empezaste desde abajo y ahora eres el dueño, y sigue como has sido hasta el último dia que nos vimos, risueño, alegre, y buena persona por que eso es lo que eres una muy buena persona, y recuérdame cada mañana en el rincón del Gran Café y mi vanidad me supera pero me gustaría que no me olvidaran con el paso del tiempo, soy el ultimo eslabón de ... bueno el penúltimo por que acabo de darle el relevo.

Manolín se quedo pensativo mirando en las hojas que asía con fuerza como buscando sentido a lo que había leído a sus sentimientos rememorados a solas día tras día, de las largas conversaciones con Aurelio y Jimena en las oscuras noches apoyado en las barandas de La Escalerona, buscando sentido a gran parte de su vida.

Y levanto la vista, y su acompañante seguía embutida y hablando con alguien, al que no prestó atención ni cuando entró y ahora lo único que deseaba era digerir lo leído, y se puso a mirar por la ventana a un negro profundo con puntos luminosos, en el fondo por lo que intuyo que habían sobrepasado el puerto de Pajares, y por ende los limites de su Asturias. De repente noto que se había producido una bajada de intensidad de la luz del pasillo y del compartimiento, y que la velocidad se reducía, al momento el revisor apareció informando de problemas en la maquina y que por motivos de seguridad era necesario hacer una parada que se prolongaría hasta que una nueva sustituyese a la actual. Manolín apenas le prestó atención, hasta cuando menciono, que la estación más próxima y donde se verificaría la parada técnica era Pola de Gordón.
Los ojos de Manolín no se apartaron de la ventanilla, se llenaron de lagrimas, lagrimas del pasado y del presente, ....

-         Mi tercer deseo, es ..., no volvernos a separarnos nunca mas.
-         ¿Que?
Y mirando con los ojos llenos de lagrimas a la persona que había pedido su tercer deseo, comprobó que allí a su lado, se encontraba ella, Charo y la misteriosa acompañante ahora sin prenda de abrigo, eran iguales.
-         Se llama Lupe
-         ¿Qué?
-         Estas como la primera vez que nos vimos, que ella se llama Lupe.
Era Charo, era igual que ella sin duda su hija.
-         ¿Es tu hija?
-         Si es nuestra hija
-         ¿Qué?
-         Caramba Manolín que no espabilas, .... –y se echaron a reír-, te lo comentaré.
-         Cuando me dejaste, por que me dejaste ...
-         Ya te dije que....
-         Por favor no me interrumpas, me esta costando una barbaridad el no llorar el todavía no abrazarte ni besarte hasta que sepas lo que fue de mi, vale?. Bueno cuando me dejaste, al pronto de amanecer llamo el revisor para avisarme que el tren saldría en veinte minutos, que veinte minutos mas terroríficos pase encerrada en esa casa. Si hice el amor contigo no fue por despecho como podría haberse supuesto lo hice por que eras parte de mi no se como explicarlo, un amor a primera vista, fuiste el primero y bueno que tu me diste la contestación que viene a buscar a la tierra de mis ancestros, Llegue a media mañana a Madrid, me estaban esperando en la estación del Norte mis padres, y mi futuro. Nada mas posar mi pie en el anden, les di a mis progenitores un beso y les confesé que no, que no me casaría con el ni con nadie, que encontré el amor en un día de Reyes y que no lo cambiaria jamas por nada ni por nadie, y que ellos habían vivido su vida y para empezaba la mía ahora y más aun les confesé que estaba embarazada de nuestra hija, fue un presentimiento, el mismo que experimente que algún día volvería a verte pero no sabría cuando. Todas las noches sentía que me hablabas y empecé a mantener conversaciones con mis bisabuelos y contigo, por cierto les caes fenomenalmente bien, y si esa noche me dejaste embarazada, y fue una chica y le llame Lupe, el problema fueron los apellidos, pero me las ingenie para llorar al Juez del Registro y lleva nuestros apellidos, le he hablado siempre de ti de nosotros y de que algún día estaríamos juntos los tres. Y si nunca subí de nuevo a nuestra tierra, no sabia donde encontrarte, ni se si llegarías a entenderme.
-         Perdón señoras, señor, hemos llegado a Pola de Gordón, la cantina la han abierto para que el que quiera acuda a tomar algo, en cuanto la maquina llegue les avisaremos para reemprender el viaje.
-         Una pregunta, esa casa que se encuentra anexa a la estación la ve la del color creo que es rojo carruaje ya no pertenece a RENFE.
-         No señor, no hará mucho que la vendió RENFE a un señor, y el dueño si mi información no es incorrecta es usted, don Manuel GARCÍA HUERCES y aquí tiene la llave
-         ¿qué dice?
-         Que es usted el dueño y que aquí tiene las llaves, como he avisado de la avería y de su presencia he dado instrucciones para que les encendieran la chimenea y les llevaran algo de comida
Manolín miraba a Charo y esta a Manolín, la que no se inmuto fue Lupe.
Bajaron los cuatro, abría camino el revisor y lo cerraba Manolín, a escasos metros de la casa, Lupe se paro y se dirigió a su padre
-         Papa, os dejo solos, no padezcas si no llegas mañana a tiempo, yo iré a Madrid en cuanto se subsanen los problemas, y avisare al Notario que en uno o dos días nos reuniremos en su despacho, te parece?
-         ..................
Manolín no pudo articular palabra, solo la abrazo y le dio un beso como un padre sabe hacerlo.
-         Señor revisor, aunque arreglen la maquina, no nos avisen, esperaremos al siguiente tren –y sacando de su bolsillo un billete de mil duros se lo entrego cerrando tras de si la puerta de la casa.

Charo y Manolín miraron alrededor de las dos estancias y cuando sus ojos se encontraron sin articular palabra alguna se besaron, queriendo recuperar el tiempo perdido pero sin prisas, por que el tercer deseo se acababa de conceder.

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