AL JUZGADO DE PRIMERA INSTANCIA
Doña María de las Mercedes ……
Suena el teléfono.
-
Si, Margarita
dígame.
-
Don José,
perdone que le moleste, pero Don José Antonio Garaox …
-
El Notario
¿no?
-
Si, Don José,
que quiere hablar con ….
-
Hágale pasar,
si es tan amable, Margarita.
-
¡José
Antonio!, dichosos los ojos que te ven.
-
¡Hola Pepe!,
¿que tal estás?, me imagino que ocupado; tenía que haberte avisado antes de mi
visita pero donde hay confianza da asco, ¿no te parece?.
-
Tú sabes Pepe
Toño, que no tienes que pedir cita para verme, que somos viejos amigos y
compañeros. Y sí, estaba enfrascado con el inicio de una demanda, que si te soy
sincero no me apetece mucho interponer a estas horas de una tarde de verano,
pero bueno que le vamos hacer. ¿Y que tal Geli y los chicos?, espero que bien,
salúdalos de mi parte.
-
Gracias a
Dios, están todos bien, con ganas de veros a ti, a Pili y a tus chicas, que
espero estén fenomenalmente bien, porque tú tienes un bronceado de envidia.
Pero no quiero interrumpirte mucho y voy directamente al motivo de mi visita,
que es profesional …….
-
Lárgalo ya,
que me intranquilizas ………...
-
… no es de
preocupar, pero vengo como Notario y no como cliente ni amigo ….
-
Me
tranquilizas mucho más ahora, cuéntame te escucho atentamente.
-
Ayer en mi
Notaria, di lectura a un testamento que tenía protocolizado hace ya treinta y
cinco años, de cuando tú y yo nos iniciábamos en nuestras profesiones, de una
señora que murió hace unos meses. Vinieron sus hijos a conocer su contenido,
pero entre las distintas disposiciones mortis causa, se encontraba la de
hacerte entrega de éste sobre que como puedes apreciar va dirigido a tu nombre
y que en este acto te entrego y finalizo así mi encargo y por ende mi visita
profesional.
-
Gracias, pero
si no te importa, me gustaría que te quedaras y dieras fe de su contenido para
evitar suspicacias no deseadas. ¿Te apetece beber algo?, ¿Un café, un refresco
o alguna copa?.
-
Si me quedo y
gracias no quiero beber nada.
Mientras recogía el sobre de las manos del Notario,
en este caso, me preguntaba una y otra vez sobre su contenido, ¿quien era su
remitente?, dado que mi amigo no lo comentó en la conversación y del que sólo
sabía que se trataba de una mujer.
El sobre un tanto descolorido figuraba, de puño y
letra, únicamente mi nombre y dos indicaciones para entregar por el Notario en
mano si vive el destinatario y si estuviese fallecido que sea destruido por el
propio fedatario público.
Lo abrí y me puse a leerlo, apenas pude terminar me
entró un ataque de risa.
-
Ja, ja, ja,
ja, ja ….
-
¿Que te pasa
Pepe?, preguntó extrañado el Notario.
-
Ja, ja, ja,
perdona, -mientras seguía riéndome e intentaba recomponer mi figura-. Pepe Toño,
no te lo vas a creer, pero lo que te voy a contar paso hace muchos años, tantos
como los que tiene el testamento y te pido que guardes secreto profesional
sobre su historia que intentaré recordar en lo sustancial.
Era una mañana de frío invierno, faltaban diez
minutos para que el reloj señalara las diez, la puerta de la sala de vistas
estaba entreabierta y dentro se oían unas voces entremezcladas con risas, el
agente judicial no estaba franqueando el acceso, tal vez había bajado al
Juzgado por alguna cosa, decidí, como era uso habitual entre los veteranos
compañeros, entrar para dejar en la mesa mi pesada cartera y preparar mis
aperos de trabajo, cuando estaba ya subiendo los estrados, una voz profunda me
dijo:
-
Desaloje la
sala.
No sabía de donde salía esa tenebrosa voz, dado que
en el corrillo cercano a la mesa del Magistrado se encontraban cuatro personas.
-
Es que, tengo
un juic….
Intenté balbucear, de entre el grupo salió la figura
del magistrado, que con un paso hacia delante volvió a espetarme.
-
Ya le he
dicho que desaloje la sala.
-
Pero es que
yo soy Aboga…., -mientras intentaba recomponer mi rictus de igualdad-
-
Mire Vd., me
importa más bien poco que es o quien es, aquí mando yo y por última vez le digo
que desaloje la sala o le meto un correctivo disciplinario que se va acordar de
mi durante toda la vida.
Que podía hacer, ante tal impropio comportamiento,
tenía una ciudadana a la que defender a falta de unos minutos y ese sujeto
tenía que dictar sentencia, al final hice lo lógico de mi juventud, di media
vuelta y salí, y antes de que abandonara el recinto las voces y las risas
prosiguieron.
Ya habían pasado más de quince minutos de la hora
señalada para el comienzo de la sesión de juicio, que por cierto era el primero
de los señalados para esa mañana.
-
¿Sabe si hay
para largo?, -le pregunte al Agente Judicial que se encontraba ya en la puerta
cargado de papeles-.
-
Yo que sé,
está de un borde hoy subido, bueno como casi todos los días. -Dijo sin inmutarse
que lo oyeran-
Aun debieron transcurrir diez minutos más para que
sonara, desde el interior, una campanilla, me recordaba el sonido las misas en
el colegio de curas que estudie interno y que de forma obligatoria teníamos que
asistir y recordando a mi padre dije entre dientes “si quieres un hijo pillo mételo de monaguillo”, el Agente abrió la
puerta y entró, a los dos minutos se dirigió a mi persona, tuteándome como era
costumbre ya, y diciéndome:
-
Tú clienta es
Antonia Agara….,
-
Sí,
efectivamente, pero Doña, ¿Vale?.
-
Ya puedes
entrar y que Dios te coja confesado, -ignorando mi corrección-.
Como niños que ha dejado solos el profesor, parecían
ahora los que anteriormente había visto cuando entre, de frente el
Magistrado-Juez, con cierta cara de cinismo, a su izquierda el Secretario, que
nada más verme bajo la mirada y disimulando tomar unas notas y a su derecha el
Fiscal y otro individuo que por lo que me pude enterar se trataba de un futuro
Juez que se encontraba en período de formación hablando entre ellos y mirando
de reojo. Sin apenas haberme acercado, ni tan siquiera a los estrados, me
espetó:
-
¿Qué,
negociará un arreglo con el Sr. Fiscal? …..
Y antes de que pudiera responder, me volvió a decir
con un cierto tono despectivo.
-
….. yo se lo
recomiendo, su clienta lo tiene muy difícil.
¡Coño!, pensé, ya estamos, me está prejuzgando o
mejor dicho ha dictado sentencia, y eso que hubo una reforma para que el que
instruyera no sentenciara. Ahora, los demás personajes de la escena me miraban
con unos ojos de regocijo esperando una respuesta afirmativa para evitar que se
sumergieran en un tedioso juicio, que a la postre ni les iba ni les venía.
-
Lo siento,
pero no estoy de acuerdo con su personal apreciación, o no se ha leído los
autos o si los ha leído creo que Vd. debería haber cambiado de oposiciones y
haber sido Fiscal, dado que ha sido pésima la instrucción, -estaba metiendo un
órdago, pequeñito y sin fundamento- y carente de pruebas en su acusaci…….
- Es Vd., un impertinente, -sin dejarme terminar-, y
si sigue por ese camino…., -veladamente me volvió a amenazar-.
Se quedó sin argumentos, movido por el despecho o
por cualquier otra razón.
Con indiferencia me senté y fui poniendo mis
papeles, libros y códigos encima de la mesa con cierta parsimonia, cuando hube
a acabado, el Magistrado-Juez, me miró e indicándome con sus ojos sí ya estaba
preparado, con una señal se dirigió al Agente, el cual llamo a mi clienta.
Ella entro con una elegancia exquisita, cubierta con
un sombrero y portando unas gafas de sol, se puso delante del banquillo
mientras Su Señoría, le dirigía el formalismo de costumbre.
Ella le respondió que no estaba de acuerdo con lo
relatado por el Fiscal en su escrito provisional, manifestando a continuación
que dado que a éste le correspondía probar la existencia del delito que se le
imputaba, se acogía al derecho constitucional de no declarar.
Esto me dejo perplejo, por que no era ésta la línea
de defensa que habíamos planteado la víspera en mi despacho.
De su bolso sacó una libreta de notas y tras
escribir unas letras en una hoja me hizo un gesto para que la recogiera, cuyo
contenido decía: “Perdone por lo que he
dicho, pero soy solamente yo responsable de mis actos y tengo motivos más que
suficientes para hacerlo”.
Ya estamos con la quiebra en la relación
abogado-cliente, y ahora sobre la marcha cambia todos los planteamientos y sal
airoso.
No, si hoy no es mi día, se encabritan conmigo y yo
con ellos y ahora ella, perfecto de aquí al cielo.
El magistrado fue dando entrada a todos los testigos
relacionados con el asunto y que fueron propuestos por el Ministerio Fiscal por
mi parte intenté desmoronar todas sus pruebas en algunas de las cuales lo
llegué a conseguir y en otras y dado la negativa de mi clienta a declarar me
fue imposible.
En fin con mal sabor de boca terminamos los informes
finales tanto la acusación como yo, la defensa, y conforme al ritual, el
Magistrado, solicitó de la acusada que se levantara, y ante mi extrañeza, y sin
duda de los presentes, esta una vez en pie se quitó el sombrero y las gafas con
un gusto que cuando la vi a ella y vi al Magistrado, éste por no se que razón
que no pude averiguar en aquel breve instante, se produjo un largo y frío
silencio, interrumpido con una avisadora tos del Secretario y un Visto, débil y
carente de personalidad, para sentencia invadió la sala.
Cuando hube firmado el acta, y procedía a salir el
Magistrado salió de detrás de su mesa y se acerco a mi persona, diciéndome:
-
Perdone mi
falta de respeto al inicio de la sesión, pero es que hoy tengo un mal día. -
Quien lo diría con las risas que se oían desde
fuera, pense para mis adentros-.
-
No tiene
importancia, pero no me resisto a decirle que lo único que quiero es que se me
dé el mismo trato y consideración que a los restantes miembros de la Sala,
Fiscal y Secretario, porque ….
-
No dude que
se lo daré ….
-
….. Señoría,
no sólo a mí si no también al resto de los compañeros, todos estudiamos la
misma carrera, la diferencia radica en que cada uno de nosotros hemos elegido caminos
distintos que se juntan en más de una ocasión.
-
…. Señor
Letrado lo tendré en cuenta, muchas gracias y repito perdóneme.
Cuando salí de la Sala, me dijo el Agente que mi
clienta se había marchado, cosa que no comprendía de nuevo, toda vez que ya
habíamos quedado en que intercambiaríamos impresiones de lo que había
acontecido, impresiones un tanto negativas a mi juicio, que de haber sido el
que tenía que dictar sentencia la condena estaba más que asegurada.
Una semana después, la Procuradora me llamó por
teléfono adelantándome que se había dictado sentencia y que la misma era
absolutoria, y que me enviaba copia de la resolución.
Si te soy sincero, José Antonio, me quedé perplejo,
necesitaba saber los fundamentos para basar la absolución, ya qué como he dicho
la condena era casi más que segura. Cuando los leí, tan sólo figuraba que por
falta de pruebas y primando el principio constitucional de “presunción de
inocencia” y el principio “in dubio pro reo”, procedía a la libre absolución.
Esa misma tarde intenté comunicar con la clienta,
cosa que fue imposible dado que no se encontraba en la ciudad, le dejé
encargado al interlocutor que se pusiera en contacto conmigo.
Las semanas fueron pasando y cuando me encontraba
con el Magistrado me saludaba con unas reverencias incomprensibles.
Una tarde en mi despacho recibí un mensajero con una
carta, era de la clienta, entre otras cosas me pedía perdón por su silencio y
por su comportamiento y del que algún día me daría explicaciones, que le pasara
mi minuta de honorarios y una cuenta para su ingreso, cosa que hice esa misma
tarde, a los tres días recibí de la entidad bancaria un aviso de ingreso.
Volví a tener algún que otro juicio con el
Magistrado-Juez, y sin entenderlo, en muchos casos conseguía unas sentencias
favorables a los intereses de mis distinguidos clientes, de hecho me invitó en
más de una ocasión a entrar en Sala antes del inicio de la sesión. Lo cierto es
que conmigo siempre hubo respeto desde esa mañana, aun expensas de la fama que
le precedía, de ogro e irrespetuoso con los compañeros, pero no se lo recriminé
nunca más, bastante tenía para salvar mi prestigio como para abogar por el de
otros.
Se que años más tarde fue destinado fuera de la
capital, a un puesto de cierta importancia en la Judicatura nacional, y que
murió hará ya diez años en un accidente de circulación cuando regresaba de
nuestra ciudad.
Y ahora que conoces estos antecedentes, quiero que
leas, ésta carta que me has entregado.
Apreciado y distinguido
Letrado:
Cuando lea estas
líneas, y por ley de vida, yo ya habré muerto, mejor dicho ya habremos muerto,
no sé si me recordará más a mí o a él, el otro firmante de esta carta, pero
quiero explicarle porqué no volví a verle más y el porqué de mi comportamiento
en aquel juicio y sus consecuencias.
Cuando Vd. entró
en Sala, oí la voz profunda del que me tenía que Juzgar y la reconocí, Vd.
apenas me pudo ver a mi llegada y al salir me vio con la apariencia que tenía
cuando entré, sombrero y gafas de sol. ¿Recuerda?.
Seguirá preguntándose, por esta carta y su explicación.
El motivo fue que conocía al Magistrado-Juez, aunque el durante la sesión lo
estuvo desconociendo, cosa que me agradó, y fue al final, recordará el
prolongado silencio, cuando me identifique quitándome el sombrero y las gafas,
y ¿sabe por que le dije que no se preocupara?, porque el que me iba a
sentenciar era mi amante, el me conocía por el nombre que siempre me gustó y no
por el mío verdadero. Esa misma noche, larga por cierto y con reproches, me
contó, tras hacer el amor una vez firmada la tregua, el percance que tuvieron y
le pedí que le tratara a Vd. como se merecía, puesto que Vd. me trató con educación,
respeto y sobre todo profesionalidad durante el tiempo que duró nuestra relación,
profesional se entiende, y que si no era así le contaría la verdad de nuestra
relación y de la prevaricación, no sólo a Vd. si no a la prensa y que podía
irse despidiendo de su anhelada profesión; él aceptó, y en prueba de ello
firmamos este documento que Vd. está leyendo en estos momentos.
Los dos le pedimos
perdón por el silencio y los despistes que esto le halla provocado en su
ejercicio, pero sé que se ha portado bien Vd. a lo largo de estos años y nunca
me pidió explicaciones, a las que sin duda Vd. tenía derecho. ¿Sabe una cosa
muy divertida?. Su minuta la pagó él.
Por último,
querría rogarle que por favor no le culpe ni me culpe a mí tampoco, le quería,
le quiero y le querré el resto de mí vida, diferencias entre las familias impidieron
que nuestra felicidad fuera un hecho público.
Muchas gracias por
todo, atentamente le saluda.
Y la firma de
ambos.
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