martes, 3 de marzo de 2015




AL JUZGADO DE PRIMERA INSTANCIA
  

Doña María de las Mercedes ……


Suena el teléfono.

-          Si, Margarita dígame.
-          Don José, perdone que le moleste, pero Don José Antonio Garaox …
-          El Notario ¿no?
-          Si, Don José, que quiere hablar con ….
-          Hágale pasar, si es tan amable, Margarita.
-          ¡José Antonio!, dichosos los ojos que te ven.
-          ¡Hola Pepe!, ¿que tal estás?, me imagino que ocupado; tenía que haberte avisado antes de mi visita pero donde hay confianza da asco, ¿no te parece?.
-          Tú sabes Pepe Toño, que no tienes que pedir cita para verme, que somos viejos amigos y compañeros. Y sí, estaba enfrascado con el inicio de una demanda, que si te soy sincero no me apetece mucho interponer a estas horas de una tarde de verano, pero bueno que le vamos hacer. ¿Y que tal Geli y los chicos?, espero que bien, salúdalos de mi parte.
-          Gracias a Dios, están todos bien, con ganas de veros a ti, a Pili y a tus chicas, que espero estén fenomenalmente bien, porque tú tienes un bronceado de envidia. Pero no quiero interrumpirte mucho y voy directamente al motivo de mi visita, que es profesional …….
-          Lárgalo ya, que me intranquilizas ………...
-          … no es de preocupar, pero vengo como Notario y no como cliente ni amigo ….
-          Me tranquilizas mucho más ahora, cuéntame te escucho atentamente.
-          Ayer en mi Notaria, di lectura a un testamento que tenía protocolizado hace ya treinta y cinco años, de cuando tú y yo nos iniciábamos en nuestras profesiones, de una señora que murió hace unos meses. Vinieron sus hijos a conocer su contenido, pero entre las distintas disposiciones mortis causa, se encontraba la de hacerte entrega de éste sobre que como puedes apreciar va dirigido a tu nombre y que en este acto te entrego y finalizo así mi encargo y por ende mi visita profesional.
-          Gracias, pero si no te importa, me gustaría que te quedaras y dieras fe de su contenido para evitar suspicacias no deseadas. ¿Te apetece beber algo?, ¿Un café, un refresco o alguna copa?.
-          Si me quedo y gracias no quiero beber nada.

Mientras recogía el sobre de las manos del Notario, en este caso, me preguntaba una y otra vez sobre su contenido, ¿quien era su remitente?, dado que mi amigo no lo comentó en la conversación y del que sólo sabía que se trataba de una mujer.
El sobre un tanto descolorido figuraba, de puño y letra, únicamente mi nombre y dos indicaciones para entregar por el Notario en mano si vive el destinatario y si estuviese fallecido que sea destruido por el propio fedatario público.
Lo abrí y me puse a leerlo, apenas pude terminar me entró un ataque de risa.

-          Ja, ja, ja, ja, ja ….
-          ¿Que te pasa Pepe?, preguntó extrañado el Notario.
-          Ja, ja, ja, perdona, -mientras seguía riéndome e intentaba recomponer mi figura-. Pepe Toño, no te lo vas a creer, pero lo que te voy a contar paso hace muchos años, tantos como los que tiene el testamento y te pido que guardes secreto profesional sobre su historia que intentaré recordar en lo sustancial.

Era una mañana de frío invierno, faltaban diez minutos para que el reloj señalara las diez, la puerta de la sala de vistas estaba entreabierta y dentro se oían unas voces entremezcladas con risas, el agente judicial no estaba franqueando el acceso, tal vez había bajado al Juzgado por alguna cosa, decidí, como era uso habitual entre los veteranos compañeros, entrar para dejar en la mesa mi pesada cartera y preparar mis aperos de trabajo, cuando estaba ya subiendo los estrados, una voz profunda me dijo:

-          Desaloje la sala.
No sabía de donde salía esa tenebrosa voz, dado que en el corrillo cercano a la mesa del Magistrado se encontraban cuatro personas.
-          Es que, tengo un juic….
Intenté balbucear, de entre el grupo salió la figura del magistrado, que con un paso hacia delante volvió a espetarme.
-          Ya le he dicho que desaloje la sala.
-          Pero es que yo soy Aboga…., -mientras intentaba recomponer mi rictus de igualdad-
-          Mire Vd., me importa más bien poco que es o quien es, aquí mando yo y por última vez le digo que desaloje la sala o le meto un correctivo disciplinario que se va acordar de mi durante toda la vida.

Que podía hacer, ante tal impropio comportamiento, tenía una ciudadana a la que defender a falta de unos minutos y ese sujeto tenía que dictar sentencia, al final hice lo lógico de mi juventud, di media vuelta y salí, y antes de que abandonara el recinto las voces y las risas prosiguieron.
Ya habían pasado más de quince minutos de la hora señalada para el comienzo de la sesión de juicio, que por cierto era el primero de los señalados para esa mañana.

-          ¿Sabe si hay para largo?, -le pregunte al Agente Judicial que se encontraba ya en la puerta cargado de papeles-.
-          Yo que sé, está de un borde hoy subido, bueno como casi todos los días. -Dijo sin inmutarse que lo oyeran-

Aun debieron transcurrir diez minutos más para que sonara, desde el interior, una campanilla, me recordaba el sonido las misas en el colegio de curas que estudie interno y que de forma obligatoria teníamos que asistir y recordando a mi padre dije entre dientes “si quieres un hijo pillo mételo de monaguillo”, el Agente abrió la puerta y entró, a los dos minutos se dirigió a mi persona, tuteándome como era costumbre ya, y diciéndome:

-          Tú clienta es Antonia Agara….,
-          Sí, efectivamente, pero Doña, ¿Vale?.
-          Ya puedes entrar y que Dios te coja confesado, -ignorando mi corrección-.

Como niños que ha dejado solos el profesor, parecían ahora los que anteriormente había visto cuando entre, de frente el Magistrado-Juez, con cierta cara de cinismo, a su izquierda el Secretario, que nada más verme bajo la mirada y disimulando tomar unas notas y a su derecha el Fiscal y otro individuo que por lo que me pude enterar se trataba de un futuro Juez que se encontraba en período de formación hablando entre ellos y mirando de reojo. Sin apenas haberme acercado, ni tan siquiera a los estrados, me espetó:

-          ¿Qué, negociará un arreglo con el Sr. Fiscal? …..

Y antes de que pudiera responder, me volvió a decir con un cierto tono despectivo.

-          ….. yo se lo recomiendo, su clienta lo tiene muy difícil.

¡Coño!, pensé, ya estamos, me está prejuzgando o mejor dicho ha dictado sentencia, y eso que hubo una reforma para que el que instruyera no sentenciara. Ahora, los demás personajes de la escena me miraban con unos ojos de regocijo esperando una respuesta afirmativa para evitar que se sumergieran en un tedioso juicio, que a la postre ni les iba ni les venía.

-          Lo siento, pero no estoy de acuerdo con su personal apreciación, o no se ha leído los autos o si los ha leído creo que Vd. debería haber cambiado de oposiciones y haber sido Fiscal, dado que ha sido pésima la instrucción, -estaba metiendo un órdago, pequeñito y sin fundamento- y carente de pruebas en su acusaci…….
- Es Vd., un impertinente, -sin dejarme terminar-, y si sigue por ese camino…., -veladamente me volvió a amenazar-.

Se quedó sin argumentos, movido por el despecho o por cualquier otra razón.
Con indiferencia me senté y fui poniendo mis papeles, libros y códigos encima de la mesa con cierta parsimonia, cuando hube a acabado, el Magistrado-Juez, me miró e indicándome con sus ojos sí ya estaba preparado, con una señal se dirigió al Agente, el cual llamo a mi clienta.
Ella entro con una elegancia exquisita, cubierta con un sombrero y portando unas gafas de sol, se puso delante del banquillo mientras Su Señoría, le dirigía el formalismo de costumbre.
Ella le respondió que no estaba de acuerdo con lo relatado por el Fiscal en su escrito provisional, manifestando a continuación que dado que a éste le correspondía probar la existencia del delito que se le imputaba, se acogía al derecho constitucional de no declarar.
Esto me dejo perplejo, por que no era ésta la línea de defensa que habíamos planteado la víspera en mi despacho.
De su bolso sacó una libreta de notas y tras escribir unas letras en una hoja me hizo un gesto para que la recogiera, cuyo contenido decía: “Perdone por lo que he dicho, pero soy solamente yo responsable de mis actos y tengo motivos más que suficientes para hacerlo”.
Ya estamos con la quiebra en la relación abogado-cliente, y ahora sobre la marcha cambia todos los planteamientos y sal airoso.
No, si hoy no es mi día, se encabritan conmigo y yo con ellos y ahora ella, perfecto de aquí al cielo.
El magistrado fue dando entrada a todos los testigos relacionados con el asunto y que fueron propuestos por el Ministerio Fiscal por mi parte intenté desmoronar todas sus pruebas en algunas de las cuales lo llegué a conseguir y en otras y dado la negativa de mi clienta a declarar me fue imposible.
En fin con mal sabor de boca terminamos los informes finales tanto la acusación como yo, la defensa, y conforme al ritual, el Magistrado, solicitó de la acusada que se levantara, y ante mi extrañeza, y sin duda de los presentes, esta una vez en pie se quitó el sombrero y las gafas con un gusto que cuando la vi a ella y vi al Magistrado, éste por no se que razón que no pude averiguar en aquel breve instante, se produjo un largo y frío silencio, interrumpido con una avisadora tos del Secretario y un Visto, débil y carente de personalidad, para sentencia invadió la sala.
Cuando hube firmado el acta, y procedía a salir el Magistrado salió de detrás de su mesa y se acerco a mi persona, diciéndome:

-          Perdone mi falta de respeto al inicio de la sesión, pero es que hoy tengo un mal día. -
Quien lo diría con las risas que se oían desde fuera, pense para mis adentros-.
-          No tiene importancia, pero no me resisto a decirle que lo único que quiero es que se me dé el mismo trato y consideración que a los restantes miembros de la Sala, Fiscal y Secretario, porque ….
-          No dude que se lo daré ….
-          ….. Señoría, no sólo a mí si no también al resto de los compañeros, todos estudiamos la misma carrera, la diferencia radica en que cada uno de nosotros hemos elegido caminos distintos que se juntan en más de una ocasión.
-          …. Señor Letrado lo tendré en cuenta, muchas gracias y repito perdóneme.

Cuando salí de la Sala, me dijo el Agente que mi clienta se había marchado, cosa que no comprendía de nuevo, toda vez que ya habíamos quedado en que intercambiaríamos impresiones de lo que había acontecido, impresiones un tanto negativas a mi juicio, que de haber sido el que tenía que dictar sentencia la condena estaba más que asegurada.
Una semana después, la Procuradora me llamó por teléfono adelantándome que se había dictado sentencia y que la misma era absolutoria, y que me enviaba copia de la resolución.

Si te soy sincero, José Antonio, me quedé perplejo, necesitaba saber los fundamentos para basar la absolución, ya qué como he dicho la condena era casi más que segura. Cuando los leí, tan sólo figuraba que por falta de pruebas y primando el principio constitucional de “presunción de inocencia” y el principio “in dubio pro reo”, procedía a la libre absolución.

Esa misma tarde intenté comunicar con la clienta, cosa que fue imposible dado que no se encontraba en la ciudad, le dejé encargado al interlocutor que se pusiera en contacto conmigo.
Las semanas fueron pasando y cuando me encontraba con el Magistrado me saludaba con unas reverencias incomprensibles.
Una tarde en mi despacho recibí un mensajero con una carta, era de la clienta, entre otras cosas me pedía perdón por su silencio y por su comportamiento y del que algún día me daría explicaciones, que le pasara mi minuta de honorarios y una cuenta para su ingreso, cosa que hice esa misma tarde, a los tres días recibí de la entidad bancaria un aviso de ingreso.

Volví a tener algún que otro juicio con el Magistrado-Juez, y sin entenderlo, en muchos casos conseguía unas sentencias favorables a los intereses de mis distinguidos clientes, de hecho me invitó en más de una ocasión a entrar en Sala antes del inicio de la sesión. Lo cierto es que conmigo siempre hubo respeto desde esa mañana, aun expensas de la fama que le precedía, de ogro e irrespetuoso con los compañeros, pero no se lo recriminé nunca más, bastante tenía para salvar mi prestigio como para abogar por el de otros.
Se que años más tarde fue destinado fuera de la capital, a un puesto de cierta importancia en la Judicatura nacional, y que murió hará ya diez años en un accidente de circulación cuando regresaba de nuestra ciudad.

Y ahora que conoces estos antecedentes, quiero que leas, ésta carta que me has entregado.

Apreciado y distinguido Letrado:

Cuando lea estas líneas, y por ley de vida, yo ya habré muerto, mejor dicho ya habremos muerto, no sé si me recordará más a mí o a él, el otro firmante de esta carta, pero quiero explicarle porqué no volví a verle más y el porqué de mi comportamiento en aquel juicio y sus consecuencias.

Cuando Vd. entró en Sala, oí la voz profunda del que me tenía que Juzgar y la reconocí, Vd. apenas me pudo ver a mi llegada y al salir me vio con la apariencia que tenía cuando entré, sombrero y gafas de sol. ¿Recuerda?.

Seguirá preguntándose, por esta carta y su explicación. El motivo fue que conocía al Magistrado-Juez, aunque el durante la sesión lo estuvo desconociendo, cosa que me agradó, y fue al final, recordará el prolongado silencio, cuando me identifique quitándome el sombrero y las gafas, y ¿sabe por que le dije que no se preocupara?, porque el que me iba a sentenciar era mi amante, el me conocía por el nombre que siempre me gustó y no por el mío verdadero. Esa misma noche, larga por cierto y con reproches, me contó, tras hacer el amor una vez firmada la tregua, el percance que tuvieron y le pedí que le tratara a Vd. como se merecía, puesto que Vd. me trató con educación, respeto y sobre todo profesionalidad durante el tiempo que duró nuestra relación, profesional se entiende, y que si no era así le contaría la verdad de nuestra relación y de la prevaricación, no sólo a Vd. si no a la prensa y que podía irse despidiendo de su anhelada profesión; él aceptó, y en prueba de ello firmamos este documento que Vd. está leyendo en estos momentos.

Los dos le pedimos perdón por el silencio y los despistes que esto le halla provocado en su ejercicio, pero sé que se ha portado bien Vd. a lo largo de estos años y nunca me pidió explicaciones, a las que sin duda Vd. tenía derecho. ¿Sabe una cosa muy divertida?. Su minuta la pagó él.

Por último, querría rogarle que por favor no le culpe ni me culpe a mí tampoco, le quería, le quiero y le querré el resto de mí vida, diferencias entre las familias impidieron que nuestra felicidad fuera un hecho público.

Muchas gracias por todo, atentamente le saluda.

Y la firma de ambos.


Fdo. SÉNECA

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