domingo, 14 de agosto de 2016

FUEGOS DE LAS FIESTAS DE BEGOÑA 2016

Este año con corresponsal en directo y por motivos climatológicos no se han podido disfrutar de los fuegos artificiales, otro año a buen seguro se podrán ver.






martes, 17 de mayo de 2016

¿A DONDE IR?


Recomiendo para su lectura tener de fondo la BSO de la película:
EL ABUELO (1998) de José Luis Garci y música de Manuel Balboa
https://www.youtube.com/watch?v=944waav4W78






Planta once, una voz neutra, inexpresiva, le precedió la apertura de las puertas del ascensor.

Ante ella, una mesa de control vacía hacia de encrucijada de pasillos de obligado paso, a sus ambos lados puertas y puertas, todas ellas numeradas y cerradas. El Centro, por lo que sabía de los pocos meses que llevaba trabajando para la contrata, tenía esta planta destinada para posibles imprevistos y a la espera de la centralización de los servicios regionales.

Ya tuvo ocasión de escudriñarla en un par de ocasiones, así que tomó el pasillo "este", por el que a esas horas empezaban a entrar, por sus grandes ventanales, los primeros rayos de sol de esa mañana fresca de finales de verano, principios de otoño.

Tras recorrer la totalidad del ancho corredor, se encontró con la imagen de una ciudad que empezaba a desperezarse, a quitarse las legañas de la noche y entendió que lo que iba hacer era lo correcto para ella y sobre todo para Serafín, la razón por la que aún seguía rodeada de aquello que nadie, nadie podría llegar a aguantar.



èèèèè



- Manuela, con voz queda, me dijo hace ya unos cuantos años en la cama de un destartalado hospital para gente terminal mi anciana madre, sal de aquí, huye, no mires atrás, salta de este infecto mundo donde nosotras no somos nada, Has sido una buena hija, yo me culpo de mí egoísmo de no haberte dicho esto cuando eras más joven.
- Madre ....., le susurré al oído, por favor deje de hablar, de sufrir, .....
-  Calla hija, te lo ruego, calla y déjame decirte lo que debí decirte ..... Vete, no te dejo nada, pues nada tengo, la casa donde vivimos es del Patrón, y como bien conoces una vez fallezca te la despojaran pues no trabajas para ellos, yo por viuda me han dejado utilizarla pero ahora, ahora te echaran ....... Vete, intenta olvidar de donde vienes, vete, huye. Esta vida no es para nosotras, no, al menos hoy por hoy y menos en este lugar.......

En ese momento, sin más razonamientos, sin más consejos, comprobé que mi madre acababa de fallecer. Este hecho fue mi "segundo después".......

Aun tardé un largo rato en llamar a las enfermeras, aproveché ese tiempo para arreglarla, como lo había estando haciendo desde que un día de frío invierno acudieron a la escuela del poblado para sacarme pues mi padre había fallecido en un derrumbe en la planta catorce y mi madre ante la noticia se quedó turbada, ida, como si su vida se hubiera parado en ese instante, ..... Ese fue mi "primer después".

Yo por aquel entonces, apenas ya ni me acuerdo, tendría unos doce o trece años, pero se que desde ese momento, mi vida se centró en cuidar de mi madre hasta hace unos minutos. Y ahora, y ahora ¿que hago?, me empecé a preguntar para mí, y ahora, y ahora ¿que hago?, pregunta que me repito una y otra vez y a la que, algún día y no a mucho tardar, le daré respuesta.


Me llamo Manuela García Plaez, ahora tengo cuarenta y dos años aunque debo aparentar más o parecerme a una anciana y poseo una limitada formación, apenas se escribir, leer, sumar y restar. Lo único que conozco es Montilla del Pozo, mi pueblo; un pueblo minero perdido en el norte del país, que me vio nacer, donde mis padres recalaron por trabajo venidos del sur; donde cada casa era un mundo, donde apenas se hacia vida de puertas hacia afuera, como si cada uno de sus habitantes guardaran sus propios secretos en el interior de sus viviendas, eso sí con la salvedad de los sábados, que era el día de paga, donde las voces crecían en intensidad de tono, donde la paz de la semana se quebrantaba, y que por mucho que les preguntara, ni mi padre ni mi madre me llegaron a explicar que pasaba esas noches.

Yo sólo conocí mi submundo, donde mi padre cuando llegaba de trabajar repartía besos a mi madre y a mí, sin duda dando gracias por seguir estando junto los tres. Cuando el tiempo acompañaba salíamos a comer a la sombra de la carbayera o a su cobijo los domingos tras asistir a misa. Aún pesa en mi recuerdo que a excepción de mi padre y unos muy pocos ancianos, no había más hombres en la Iglesia, solo mujeres; estas siempre calladas y que como hormigas tras la celebración religiosa regresaban con las cabezas gachas como con desgana tomando el camino que las devolvía a sus casas.

De mi paso por la escuela los recuerdos son borrosos, ya casi olvidados. Compuesta mayoritariamente por niñas pues los chicos la abandonaban a los diez años para comenzar a trabajar en la mina. Creo que fue ahí cuando empecé a comprender que las mujeres no éramos importantes en esa sociedad.

Una mañana, unas semanas antes de que mi padre se dejara su vida en el pozo y, cuando estábamos paseando por el poblado, nos encontramos con un grupo de mozos, uno de ellos lo miró con desafío, con una de esas miradas que penetran en el interior de uno y que infunden miedo. Mi padre, parece como si estuviera ocurriendo ahora mismo, me apretó más la mano que me llevaba cogida y le mantuvo la mirada, metros más allá se paró y tras casi arrodillarse en el suelo y fijando sus ojos en los míos, me dijo:

-  Manuela, hija mía, bajo ningún concepto te dejes embaucar por ese joven, no he conocido persona más mala que él, recuérdalo.

Ahora sola en casa, y escribiendo con dificultad estas notas desordenadas, iba evocando los escasos recuerdos de mi querido padre y los de mi madre.

Mi "segundo después" aun se prolongó un poco más allá del entierro de mi madre en la fosa que el cura tiene reservado a los feligreses en el cementerio parroquial que no tenían medios para costearse uno propio.



èèèèè



Del bolsillo de su bata de trabajo, sacó un manojo de llaves entre ellas una de esas especiales, de tipo "allen" y abrió el gran ventanal dejándolo colgado de la cerradura. Una bofetada de frío aire le golpeó sin duda alguna su rostro. Había tomado la mejor decisión, la mejor que podía haber adoptado, la mejor para ella pero sobre todo para Serafín.



èèèèè



Una mañana al poco del entierro de mi madre unos golpes dados en la puerta de la casa me sacaron de, en aquel momento, mis recuerdos; recorrí el pequeño y estrecho pasillo y tras bajar unos peldaños de la escalera, puede adivinar una figura a través del cristal traslucido de la puerta, así la manilla y la abrí.

- ¿Es usted Manuela García Plaez?, me espetó un hombre de estatura baja y vestido con un traje gris rancio, raído, y muy desgastado por el uso.
-  Si, emití con dificultad, si, soy yo.
- Manuela, vengo a entregarle esta carta de aviso de desalojo de esta vivienda en el plazo de un mes desde el día de hoy, pues nos consta que su madre, viuda de Salvador García y que la venía usando por su estado civil con el beneplácito del Patrón, ha fallecido.
-  Si, ya me previno mi madre, en su lecho de muerte, que no tardarían mucho en presentarse.
- Si firma aquí, le dejaré para que empiece a recoger sus enseres y proceda a dejar libre la vivienda. No se atrevió a mirarme a la cara, tan solo extendió un libro donde firmé y acto seguido me entrego un sobre con el aviso de desalojo. Muchas gracias y ......., la acompaño en el sentimiento..

Cerré la puerta y volví a la cocina, una vez sentada y ante la mesa, como estoy ahora, me volví a preguntar, ¿Qué hago ahora?, no tengo nada, no tengo a nadie, estoy sola, sola en un mundo que ni conozco.

Ese mismo día por la tarde, volvió a oírse la puerta de la vivienda, sin apenas fuerza y con mucha desgana, volví a abrirla, en esta ocasión sin poder ver silueta alguna por el cristal, pues ya estaba anocheciendo.

- ¡Manuela!, exclamó un hombre cuya cara no me resultó desconocida, aunque en esos momentos no reparé.
-  Si, ¿dígame?.
Quería trasmitirte mi pésame por el reciente fallecimiento de tú madre de la que me he enterado este mismo mediodía en la mina, por eso no he acudido antes. El tono del hombre, un poco mayor que yo, era de confianza, desde su padre no había vuelto a escuchar una voz como esa.
- Se lo agradezco ......., apenas llegué a decir y sin saber el nombre del hombre.
- Pedro, me llamo Pedro, trabajo en la mina y soy vigilante, encargado del orden de la explotación.
-  ¡Ah!.
-  Sabes Manuela, desde hace ya unos años me había fijado en ti, cuando salías a dejar la basura, o cuando comprabas alimentos a Esteban cuando acudía en su camioneta o acudías al economato y todo dependiendo de mis horarios, pues unas veces trabajo de día y otras de noche.
- ¡Ah, ya!, apenas podía articular palabra, primero por la labia de Pedro y en segundo lugar por mí, que no estaba acostumbrada a mantener conversaciones.

Esta fue la primera de otras pocas más visitas que me giró Pedro, hasta que una tarde a poco más de una semana de tener que dejar el piso libre, el se plantó en casa y sin dejarme decir que no, se metió en el que aÚn era mi mundo, mi refugio.

- Manuela, permite que entre hace frío hoy como para pasear, y además, quiero pedirte algo que es mejor que sea en casa. Sin poder decir que no, Pedro entró directamente en la cocina, y prosiguió. Hace ya unos cuantos días que nos hablamos, por lo que me he enterado en las oficinas de la mina, ya te comenté que soy vigilante y tengo permiso para pasearme por cualquier dependencia ......, bueno que en una semana tienes que dejar esta vivienda. Tras una larga pausa prosiguió. Yo vivo aun con mis padres, ya muy ancianos, y quiero salir, vivir mi vida, además tengo una edad en la que ..., bueno he de echar raíces, y ......, ¿que si .....quieres ser mi esposa?.
- ¡Eh!, fue lo único que acerté a emitir desde de mi interior, me estaba pidiendo que me casara con él, yo que nunca había tenido trato con nadie, yo que solo me dedique en los últimos años al cuidado de mi madre, y que, no se que podía hacer desde su fallecimiento, que me quedaba sin mi casa y sola, yo que tenía ya treinta años, yo que ......
- ¿Qué si quieres ser mi esposa?, tú no tendrías que irte de aquí, y yo viviría mi vida, ejem, carraspero de forma forzada, contigo claro.
-  Yo ........, no sabía que contestarle, le miraba una y otra vez y su cara seguía resultándome conocida pero no recordaba de que, sin saber como y porqué le respondí, si quiero.



èèèèè



Limpió toda la planta, movió el mobiliario según se le antojó, acercando al gran ventanal unas sillas que orientó hacia el exterior menos una que la puso debajo de las hojas aun abiertas.

Tomó asiento en una de ellas, mirando al exterior mientras seguramente hacia un repaso a todo lo que esa mañana había hecho y porque no, toda su vida.

Se levantó de la silla, se atuso el pelo con la mano, se recolocó la bata de trabajo y comprobó por enésima vez que en el interior del bolsillo derecho de su atuendo estaba el sobre, y se acercó a la ventana.



èèèèè



Aquella misma noche, Pedro me hizo suya, me lo pidió con aquella voz que era imposible decirle que no. No la recuerdo como algo inolvidable, más bien fue algo que me provocó aprensión y sobre todo miedo, pero no tenía a quien preguntar ni pedir ayuda o consejo.

Una semana después, un sábado, y en la víspera de tener que dejar la vivienda, nos casábamos en la iglesia, la casa pasó a estar a su nombre a los ojos del Patrón. En la celebración, nos acompañaron unos amigos de Pedro vigilantes como él, con una comida en el único bar del poblado, y tras los postres Pedro me dijo que me fuera a casa, que el acudiría más tarde.

El más tarde fue ya muy de madrugada, yo estaba casi adormecida en la cama de tanto esperarle cuando el entró en la vivienda.

¡Mujer!, grito Pedro como si estuviera poseído, hostias ¿donde estas?.
-  Aquí estoy, mientras entraba a trompicones en la cocina.
-  Ponme de beber, saca vino que hemos de celebrar este día.
-  ¿Vino?, en esta casa nunca ha habido vino, acerté a decirle.
- Que no hay vino, eres una zorra, en ese instante noté un latigazo en mi mejilla, su mano me golpeó de tal forma que a punto estuve de perder el equilibrio y caer al suelo.
-  Quiero beber, zorra.
- No, no hay vino, llegué a decir entre lagrimas y sollozos.
- Desde mañana quiero vino en esta casa, me has oído,... puta. Y ahora hazme lo que sabes hacer so guarra.

Esa noche y otras más que le siguieron, fueron de miedo, de asco, de indignación, de rechazo, ......, no sabía que hacer, como actuar, que decir. Entre semana, el llegaba tarde a casa, por el olor que emanaba sin duda del bar, cenaba y se acostaba, yo con miedo me iba al cuarto de al lado, pero cuando llegaban los sábados todo era más terrorífico, más miedo, más violencia, por él y por que tenía que quitarle el dinero, sí quitarle pues no me daba cantidad alguna para comer, solo para el vino.

Desde el primer sábado que pasé con él, entendí el silencio de mis padres a mis preguntas de mi niñez sobre ese día.

Pasó algo más de un año desde que nos casáramos, Pedro quería que le diera un hijo, su deseo no era, creo yo, por tener descendencia si no por demostrar a los demás su hombría. Y sí llegó el embarazo, más deseado por él que por mí. Durante nueve meses estuve más o menos tranquila, pero no del todo, pues se le metió en la cabeza que no era suyo y que me había acostado con otro por tan larga espera desde que por primera vez me hizo suya. Pero lo peor aún estaba por llegar.

Al dar a luz, tras un largo y complicado parto, la comadrona se llevó las manos a la cabeza pues por su experiencia vio lo que otros inicialmente no se percataron, y no fue hasta mucho tiempo después donde todo se derrumbaría para mí y para Serafín mi hijo.

Serafín fue un niño delicado en salud, muchas noches no cesaba en llorar y toser y con el tiempo se le percibió una cojera por una malformación en su cadera, y un retraso mental. Muchas noches, su padre, mi esposo, nos echó de la casa por no dejarle dormir, los maltratos físicos a mi persona eran continuos, hasta me ponía el cañón de la pistola que le habían entregado en la mina tras una huelga, en mi cabeza y en la de Serafín. Protegí cientos de veces con mi cuerpo el frágil de Serafín. Lo más triste de todo esto es que nunca recibí ayuda alguna de las vecinas del poblado, ni mucho menos de los abuelos de Serafín, los cuales nunca fueron a nuestra casa.
Sin apenas dinero pues todo se lo quedaba Pedro, los alimentos escaseaban para Serafín y su estado de salud cada vez empeoraba más y más, hasta que tuve que llevarlo a la capital para que fuera visto por el médico. Fue a la única persona a la que le he contado toda la verdad bajo secreto de confesión, él me consiguió una plaza en la Residencia para que fuera atendido Serafín no sólo por su desnutrición, si no también por su retraso mental, y a mí me ofreció trabajar junto a mi hijo en la limpieza del Centro. Cada mañana antes de empezar a trabajar me acercaba a ver a Serafín, lo veía engordar y sobre todo sonreír, cuando me observaba su cara se transformaba y corría hacia mi para abrazarme, lo llenaba de besos, eran los mejores momentos del día. Por la noche volvía al poblado con la cabeza gacha y dispuesta a enfrentarme al loco de Pedro que en mejor de los casos estaría ya durmiendo la cogorza, y antes de que se levantase yo ya estaba camino de la capital para ver a Serafín y trabajar.



èèèèè



Mirando al cielo desde el ventanal abierto, metió su mano en el bolsillo y saco el sobre, lo abrió y de su interior sacó una hoja muy arrugada por las muchas veces que había sido desplegada y plegada y descolorida, y con un lápiz añadió con letra redondilla como la totalidad del contenido, el siguiente texto:

¡Ya sé a quien me suena su cara!.
Perdóname Papá por no haberte hecho caso pero hasta hoy no he sabido quién era, pero él, tenías razón, es el mal hecho persona.

La volvió a doblar y meter en el interior del sobre y posteriormente en el bolsillo.

Un paso más y se encaramó a la silla que estaba debajo del ventanal.

Sin pensar en ella solo en Serafín, en su última sonrisa de hacia unas horas y, sabedora sin duda que estaría bien atendido, dejó vencer su cuerpo hacia el vacío.



èèèèè



-   Señoría déjelo, no sufra más, sabe que hoy por hoy las leyes no contemplan este tipo de abusos, de atrocidades en el ámbito de la familia y hacia la mujer, yo sé lo que siente, lo mismo me ocurre a mí, pero sin leyes que protejan estos supuestos a las mujeres, ....., no podemos hacer nada. Alegarían en la defensa que Manuela estaba loca, en tratamiento psiquiátrico, que no era consciente de la realidad desde mismo momento del nacimiento de su hijo, y que se suicidó y eso ya sabe lo mucho que pesa ese final en contra de ella en un país donde la Iglesia tiene tanto arraigo, y a él al final lo absolverían.
- Tal vez Concha, no seamos testigos que en un futuro el legislador contemple todo este horror, pero hoy por hoy el único consuelo que me queda es dejar constancia de esto en los legajos del Juzgado y que no sea objeto de expurgo y alguien pueda llegar a leer todo esto.



èèèèè



El joven Juez que archivó la causa por el "ficticio suicidio" de Manuela, se encargó, extralimitándose sin duda en su autoridad y funciones, de estar informado de lo designios de Pedro y sobre todo de Serafín, y supo algunos años después, que tras repudiar a su hijo, fue expulsado de la empresa por un uso extralimitado de su autoridad al inflingir gravísimas lesiones a un minero que estaba de huelga, perdiendo con ello el uso de la casa. Fue solicitando ayuda a los convecinos, de los que lo único que obtuvo fueron algunas palizas.


Quince años después del fallecimiento de Manuela y estando de guardia el mismo Juez, el cuerpo de Pedro apareció tendido boca arriba con los ojos abiertos, inyectados en sangre y con la tráquea rota, en un callejón que hace el Centro donde se encuentra el que fuera su hijo Serafín, su rostro reflejaba el miedo, parecía como si hubiera visto al mismísimo diablo.

El informe de la Policía concluía en que el único testigo de lo que ocurrido había sido Manuel García Plaez, empleado discapacitado de la residencia, que debido a su trastorno mental nunca se le tomó declaración. Manuel fue encontrado tras una puerta que conducía al callejón que siempre estuvo cerrada desde la construcción del Centro, con una mirada y sonrisa hierática hacia el cristal de la puerta, y con las manos cerradas en el interior de sus bolsillos.

Solo Su Señoría y Manuel sabían lo que había ocurrido. Manuel cuando fue repudiado por su padre y gracias a su tutor, el médico que le asistió siendo niño y que cuido de él desde el fallecimiento de su madre, adoptó el nombre y apellidos de ella. 

En el interior de una de sus manos cerrada en puño, se encontraba la llave de la puerta que siempre estuvo cerrada.



ALCORDANZA (Francisco Javier CORTINA GÓMEZ)

Nota del autor.

La historia de esta Manuela de cómo falleció no es ficticia, alguien muy especial para mí me la relató, el resto es pura ficción, lo que sí es cierto es que muchos casos pretéritos de lo que hoy conocemos como "violencia de genero" nunca llegaron a la luz pública quedando o bien enterrados en el anonimato por el paso de los años de legajos judiciales de los archivos mohosos en el mejor de los casos, o bien en vagos recuerdos por el paso del tiempo de gente que prefirieron simplemente olvidar.



Este relato está dedicado a todas aquellas mujeres que no se merecieron esa o esta vida, pues en muchos casos no sabían o no saben ¿A DONDE IR?.

viernes, 14 de agosto de 2015

jueves, 14 de agosto de 2014

Noche de los fuegos del verano de 2014

Otro año más y hago presencia en este blog o en el otro creado FJCortina.
Emitirá o no este año la RTPA los fuegos artificiales de la Villa de Gijón, en un principio el la programación de la indicada televisión esta anunciado, otra cosa es que lo retransmitan.
Por ahora la programación se cumple pues están poniendo APV "Al Platu Vendrás" un programa de humor que tienen muy buenos golpes, como ejemplo sirva el presente https://www.youtube.com/watch?v=CZSz8gmHLzI. Que son las folixas de prau, pues las fiestas que en otros pueblos hacen, como norma general, en la plaza de municipio, ahora y dada la dispersión de las aldeas asturianas pues hay que ir a un prado grande y los dias que duran las fiestas ese es el centro de la población.

Por finnnnnn, increíble, la RTPA esta emitiendo los prolegómenos de los fuegos, y eso que no han leído mis comentarios en el blog, habrá que felicitar al lumbreras, por cierto no lo digo en sentido peyorativo ni muchísimo menos,  que este año ha entendido que las fiestas han de acercarse a los que estamos lejos. Gracias, muchísimas gracias por abrir una ventana esta noche de fuegos de la Villa marinera de Gijón.

Espero que el año que viene me encuentre en Asturias y en particular en mi Gijón del Alma. 

Begoña 2015

El reloj marca las 23:50 a escasos 10' de los fuegos artificiales de las Fiestas de mi Xixón del alma. Gracias destino por estar aquí y ahora, por poder oler la polvora y sentir los reflejos lumínicos de la pirotécnica. Colgaré fotos.
Han terminado, me siento feliz por haberlos disfrutado y triste para este "Juan sin tierra" pues no se que me deparará el año que viene, en fin "carpe diem".
A las Begoñas y Asunciones, Virgenes de Agosto, FELICIDADES.






















Y hasta el año próximo.

jueves, 12 de marzo de 2015

Hace muchos años un verano hurgando en un armario de la vetusta casa familiar de la aldea, apareció ante mí un libro del que me apropié a hurtadillas nada más verlo, seguro que de haber dicho algo es muy posible que no lo tuviera hoy conmigo, y eso que lo escondí tras su primera lectura y no fue hasta un año después cuando definitivamente me convertí en poseedor y propietario.




Su autor 
Alfonso Iglesias López de Vívigo (NaviaAsturias1910 - Oviedo1988) que fue un dibujante, comediógrafo y pintor asturiano, mayormente conocido por las historietas de Telva, Pinón y Pinín. Firmaba como Alfonso.
http://www.alfonsoiglesias.es/

Hoy quería recordarlo con este magnifico relato de


Un asturiano en Madrid

(1942)



         Puerta del Sol de Madrid
una mañana de invierno...
Ruido de coches, tranvías
que circulan con estruendo
mientras miles de personas
entran y salen del Metro...
Pregonan su mercancía
vendedores callejeros:
-¡Ha salido "Gol"...! ¡Cordones!...
¡Hay piedras para mechero...!
¡Nuevo plano de Madrid...!
¡Hojas de afeitar...! ¡El "Pueblo"!
¡"Dígame"...!¡Hoy traigo el gordo...!
¡Compre una flor, caballero...!
¡Corbatas...! ¡"Marca"...! ¡"ABC"...!
¡Y en medio de aquel jaleo...
surge un paisano de boina,
con un bigote muy negro,
traje de mahón, madreñas,
y al hombreo un paraguas viejo.

         Va con cara de asustado,
chocando a cada momento
con la gente que se ríe
ante su rústico aspecto...
-Oiga, podría decirme...
¿dónde queda Recoletos...?
-¿Recoletos? ¡Re... canastos...!
para hablar debía primero
mirar donde pone el pie...
¡Me dió un pisotón tremendo...!
-Ay, perdone, señorín...
¡fue en sin querer...!
-Bueno bueno...
Pues tiene que andar un poco:
¡Recoletos está lejos...!
-¡Ay, madre, voy a perdeme...!
-No se apure: Yo le enseño,
que voy a pasar muy cerca...
-Señor munchu y lu agradezcu,
porque claru, non sé andar.
¡por aquí... soy forasteru...!
-Ya se le nota... ¿Asturiano...?
-Xustu... ¿De cerca de Ovieu...!
Peru, ¿comu lo notó...?
-Por el habla...
-Pos tien méritu...
por que una vez en Xixón...
naide me acertó col pueblu...

         Y allá van, Alcalá arriba,
charlando como los buenos;
-¿Non tuvo nunca n'Asturies...?
-¡Un año de veraneo...!
-¡Uy, comu aquello no hay nada...!
-No está mal... Pero prefiero
este cielo de Madrid...
-¿Y no i aburre tar viéndulu
siempre igual... Por allá cambia...
y tan prontu tá muy negru,
como se pon muy clarín...
o salen nubes a cientos...
-Y no tienen edificios
tan altos y tan soberbios...
Aquella es la Telefónica...
-Sí, ye alta, compañeru...
¡pero al llao de la torre
de la Catiedral de Ovieu...!
-Ni tienen tantos teatros,
ni cines tan estupendos...
Un Capitol... Un Callao...
-¿Un Callao...? Güeno... güeno...
Allí todos son sonoros...
¡callaos non los queremos...!
-Ni un Metro  bajo tierra...
-Tenemos miles de metros
de mines... Y non ye un tren:
son vagonetes a cientos,
jaules que suben y bajen
por unos pozos tremendos...
¿Qué sería de Madri...
sin carbón en el inviernu...?
-¿Sin carbón...? Vaya una cosa...
Y en cambio en Madrid tenemos
la Casa de la Moneda...
que es donde se hace el dinero...
-¿Un sitiu na más...? ¡Que probes...!
En Asturias, compañeru,
unos hácenlu en la Bana,
otros hácenlu por Mejicu,
en Puerto Rico... en toos llaos:
con las mines, con los huertos,
con el maíz, les manzanes,
con la industria, con los puertos...
-¿Entonces, todos son ricos...?
-Home, non... Según lu hacemos
gastámolo a la menuta...
¡derrochadores que semos!
-Y no tienen la belleza
que encierran nuestros museos:
cuadros de Velázquez, Goya, Ticiano, Rubens, El Greco...
¡Allí no tienen un Prado...!
-¿Un prau...? Usté non ta güenu...
¡Hailos a dar con un palu...!
-Hombre, el Prado es el Museo
donde se exponen los cuadros...
-Cuadros non sé si tenemos...
Pero cuadres...¡sí las hay...
con vaquines, con terneros...!
-¡Ni tenen Puerta del Sol...!
-Puertas... non sé, pero Puertos...
el de Xixón, San Esteban,
Pajares y Leitariegos...
-Ni tenen una Bombilla...
-Tenemos luces a cientos...
-Ni un parque como el Retiro...
-Allí hay el retiru obreru...!
-Ni un barrio de Lavapié...!
-Allí non somos tan puercus:
tenemos miles de playes
pa lavar el cuerpu enteru...!
-Ni tienen, la Castellana...!
-Hay castellanes a cientos:
unes tienen fruteríes,
otres tiendes o comercios...
-Ni hay un puente de los Franceses...
-Hay un Puente de los Fierros...
-Ni tinene una montera...
la Gran Vía... Recoletos...
-Hay una Monetera en Sama,
una Gran Vía en Ovieu...
y Recoletos... paezme
que antes había un Colegiu
xuntu a la Universidá...
-¡Demonio: Que es usted terco...!
Pero... no bailan el chotis...!
-¡Bailamos el xiringüelu...!

         Y así charlando, charlando...
llegaron a Recoletos...
-Bueno amigo: ¡Ya llegamos...!
¡Adios, Pinón...!
-¿Que ye estu...?
¿Peru conozme, señor...?
-Claro. ¡Si soy de Olloniego...!
-Madre del alma... ¡un paisanu...!
¡tuvo tomándome el pelu...!
¡VAmos a entrar a un café
pa festejar el encuentru...!
-De acuerdo: aquí cerca hay uno...
-Sí... Ya toi viendu el lletreru:
"Café Gijón..." ¡Virgen Santa...!
¡Un café paisano nuestro...!
¡Pero que grande ye Asturies...!
y esti Madrí, ¡qué gran pueblu...!





ALFONSO IGLESIAS LOPEZ DE VIVIGO